Juan José Santiváñez ‘reload’ (recargado)
Juan José Santiváñez, recientemente nombrado ministro de Justicia (MINJUS), extitular del Ministerio del Interior (MININTER), censurado por el Congreso, regresó al gabinete conservando el papel de hombre fuerte del gobierno. Desde su ingreso a las altas esferas del poder ha sido una persona de total confianza de la presidenta Dina Boluarte.
Santiváñez conoce a los integrantes de varios partidos. Se le critica acremente a Boluarte haber repartido el país entre Fuerza Popular y Alianza para el Progreso, sus aliados en el Parlamento. Pero eso es la ‘realpolitik’. No olvidar cómo asumió el cargo: huérfana de bancada parlamentaria (sus amigos de ruta electoral se convirtieron en sus más encendidos enemigos), solo le quedaba pactar. Sin duda, Santiváñez es un consejero principalísimo en este y otros asuntos.
El actual titular de Justicia no es ajeno al trajín político, tiene recorrido. Por eso destaca entre sus pares. Es un excelente abogado, especializado en defensa de policías. Fue jefe de asesores del Ministerio del Interior (2020) con el ‘Lagarto’ Vizcarra, estuvo tres días y renunció por denuncias periodísticas. Volvió al mismo cargo con el gobierno de Boluarte y de ahí a ser ministro dos veces. Se maneja en el poder con solvencia y tiene manejo con los medios, a los que se enfrenta, a veces innecesariamente.
Desde su paso por el MININTER se hizo de un enemigo íntimo: la fiscal de la Nación, Delia Espinoza, y todo el círculo fiscal de Marita Barreto y el expolicía Harvey Colchado, quien pasó al retiro cuando fue ministro del Interior. Vaya adversarios que se echó. Pero, como es un abogado experto, responde cada golpe que recibe y siempre defiende a la presidenta, la pera en dulce de la fiscalía de Espinoza. A las cifras nos remitimos: 67 denuncias, 29 archivadas y 29 en trámite. Un verdadero acoso judicial, abusivo y nunca visto. El ministro estrella del gobierno tiene 12 investigaciones fiscales. La DIVIAC, reformada por él, ha sido muy activa en esto.
Afortunadamente, tenemos un Tribunal Constitucional (TC) ponderado que ha dictado directivas claras sobre estos atropellos. Santiváñez gusta de retar a la prensa y a sus enemigos fiscales. Un juego riesgoso. Lo cierto es que bastó que llegara al MINJUS para que la espinosa fiscalía allanara la casa de Nicanor Boluarte por supuestos vínculos con Santiváñez, a quien dice no conocer. Lo cierto es que la prensa, que lo aborrece, va de punta de lanza de Espinoza y CIA, publicando previamente todo el expediente. Esto es guerra.
En este contexto será difícil que la necesaria reforma judicial ofrecida por el ministro Santiváñez progrese. Aunque hábil y versátil, el encargo es complicado por su envergadura y el tiempo (elecciones en 8 meses). También nuestro retiro de la CIDH es ‘papayita’. Con cero consecuencias, algunos congresistas han protestado por su designación, pues fue censurado por el Parlamento. Su paso por el MININTER no logró frenar la criminalidad como se requiere. La extorsión es un cáncer que nos está acabando y no hay respuesta efectiva para siquiera reducirla. Vivimos aterrados.
Sin duda, la presencia de Santiváñez en el gabinete genera expectativas y es mejor que esté ahí. Tendrá que hilar fino para no repetir los errores pasados y, sobre todo, evitar contribuir a la fuerte polarización política que vivimos.
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