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La decadencia del Congreso

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Fecha Publicación: 23/08/2024 - 22:40
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Al igual que la mayoría de los peruanos, no conocemos el nombre de buena parte de nuestros 130 congresistas. En el primer año de gobierno de Pedro Castillo, investigamos y publicamos un informe sobre los 37 integrantes de la bancada de Perú Libre. Aún no estaban divididos entre ‘castillistas’ y ‘cerronistas’. Contaban con todo el poder que otorga el haber ganado una elección. Un buen grupo tenía vínculos con Sendero Luminoso, a través de organismos de fachada como el Movadef o la Federación Nacional de Trabajadores de la Educación del Perú (Fenate) (antes Conare Sute), o se adherían a los postulados ideológicos del partido de Abimael Guzmán Reynoso.

Otros tenían denuncias por violencia contra la mujer. Los insultos a las parejas, consignados en los partes policiales, eran de gran calibre, iban desde “eres una bruta” hasta “puta” y otros. También había congresistas con procesos por malversación como funcionarios estatales. Por ejemplo, Kelly Portalatino, médica que tiene un proceso administrativo en Chimbote. Posteriormente, conocimos el caso “Los Niños”, parlamentarios de Acción Popular que vendían su voto a favor de Castillo, obteniendo así puestos en ministerios y obras en sus regiones. Algo inédito en la historia parlamentaria mundial. Recientemente, nos enteramos de ‘Los mochasueldos’, otra mafia parlamentaria que hunde más la reputación del Congreso.

El último escándalo es el que involucra al congresista ‘niño’, Darwin Espinoza, quien le consiguió ‘chamba’ a su amante en el Parlamento. Su señora esposa decidió ‘actuar’. Se constituyó en la oficina de Espinoza y protagonizó una trifulca de padre y señor mío con la susodicha. La amante lo niega, Espinoza también, pero su colega Américo Gonza declaró que seguridad del Congreso le confirmó la pelea. Sin embargo, el parlamentario amenazó a la prensa violentamente por divulgar tamaña gresca. Los ciudadanos no recuerdan el nombre de toda la variopinta banda delincuencial que se ha instalado en el Legislativo. Faltaría espacio para consignarlos a todos. Sí identificamos a los congresistas líderes de las bancadas democráticas, que trabajan y sostienen al errático Parlamento que eligieron los propios peruanos.

La opinión extendida es que el primer poder del Estado es una cueva de ladrones, un antro de corrupción. Justos pagan por pecadores. Los hechos señalados contribuyen a esta percepción y opacan las acciones parlamentarias positivas. Coadyuva también la increíble tolerancia que tienen los ‘buenos’ con los ‘malos’. Permitir que Perú Libre celebre un aniversario partidario, ¡con la participación virtual de Vladimir Cerrón! en el recinto parlamentario, es un despropósito. El aguante frente a estas bancadas es lo que se cuestiona y provoca desprecio hacia el Congreso, los políticos y la política. Todos sabemos que los parlamentarios son pagados con nuestros impuestos. Pese a sus tropelías, reciben cerca de 15 mil soles y otros beneficios. Incluyamos las leyes atrabiliarias que han afectado la economía y otras perlas.

La comisión de ética del Legislativo es un mal chiste. No sirve para nada. Si los ‘buenos’ congresistas no se aplican en frenar esta desgracia, la situación irá de mal en peor. Ellos plantean una cruel realidad: sin votos no se consigue nada. Pero, por lo menos, sería saludable que critiquen a los ‘malos’ en sus declaraciones o un cambio de reglamento interno. El Congreso es indispensable en una democracia y no se puede ser tan tolerante con la delincuencia. Las urnas cobrarán la factura.

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