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La educación universitaria y la inteligencia artificial

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Fecha Publicación: 24/10/2024 - 22:00
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La Inteligencia Artificial, en adelante “IA”, abre grandes posibilidades en el ámbito educativo, pues irrumpe en el proceso enseñanza-aprendizaje, ampliando las capacidades cognitivas al ofrecer a los estudiantes la oportunidad de explorar conceptos complejos con el apoyo de un asistente personalizado, disponible en cualquier momento, respondiendo a consultas y facilitando la comprensión. Respecto al docente, la IA se convierte en un auxiliar importante que le permite diseñar experiencias de aprendizaje enriquecedoras, en aras de un enfoque más personalizado.

Es imperativo no asumir el criterio erróneo de que este instrumento del siglo XXI resolverá todo y sustituirá a la inteligencia humana. No se debe olvidar que la IA está al servicio de la inteligencia humana, y será esta última la que tomará siempre la decisión final, a través de su sabiduría.
En estos nuevos tiempos, la IA se convierte en una extensión del aula, y los estudiantes tienen la posibilidad real de explorar conceptos y obtener respuestas a preguntas complejas en tiempo real, a través de lo que se denomina el “chatbot”, un sistema que puede aplicarse en cualquier ámbito de la ciencia.

Aunque la IA facilita la resolución de problemas, el análisis de datos y la construcción de argumentos, también marca la línea entre lo que los estudiantes saben y lo que la máquina sugiere. En ese sentido, en la práctica misma de la enseñanza, la combinación de métodos tradicionales, como exámenes escritos, junto con el uso de la IA, puede ser una opción efectiva para promover la cointeligencia, siempre bajo la condición de no asimilarla como la única alternativa.

Es importante enfatizar que, bajo el objetivo de mejorar la calidad de la enseñanza y transformar la educación universitaria mediante la IA, no se trata simplemente de adoptar nuevas tecnologías, sino de repensar las dinámicas de aprendizaje y evaluación, avanzando hacia una cointeligencia donde estudiantes, docentes y tecnología se complementen para superar las limitaciones individuales y aprovechar las capacidades de la IA de forma efectiva, pero también reflexiva. Subsiste y subsistirá la necesidad de evaluar críticamente la información proporcionada y desarrollar habilidades que van más allá del simple análisis de datos.

En el caso específico del docente, esto implicará orientar a los estudiantes para que utilicen la IA bajo referentes bioéticos, siempre con fines altruistas, fomentando el desarrollo de una sabiduría que la IA por sí sola no puede proporcionar. La sabiduría humana se refiere esencialmente a la capacidad de ver el panorama completo, discernir las implicaciones éticas y comprender el contexto más amplio de nuestras decisiones. Es preciso entender que la sabiduría es una cualidad que combina conocimiento y buen juicio, y también implica la capacidad de tomar decisiones correctas basadas en una comprensión profunda de la vida. Por consiguiente, no se trata solo de tener más información. En ese entendido, vale la pena afirmar que la IA es superior en información y análisis, pero no es equivalente a la sabiduría, ya que esta sigue siendo el refugio, y por qué no decirlo, el patrimonio exclusivo de la inteligencia humana.

Es imperativo entender que la tecnología seguirá evolucionando en diferentes ámbitos de la ciencia, pero quien tiene la capacidad y posibilidad real de darle un uso bioético y altruista es el ser humano. Este no solo creó la inteligencia artificial, también creó la bomba atómica, las armas modernas y las vacunas para combatir diferentes epidemias a lo largo de nuestra historia.

Esa tecnología puede ser utilizada para preservar la vida, así como para provocar verdaderos genocidios, resguardando intereses políticos o económicos, incluso llegando a justificar sus atropellos bajo el eufemismo de “daños colaterales”. Depende mucho de la visión que tengamos sobre el sentido de nuestras vidas. Por tanto, los docentes no podemos abstraernos de la ineludible obligación de plantear este dilema a nuestros estudiantes. El desafío no radica en evitar el uso de la IA en el aula, sino en integrarla de manera estratégica, convirtiéndola en una extensión de la inteligencia humana para beneficiar al ser humano.

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