La escalada del lumpen
Tradicionalmente el marxismo identificó como lumpen a lo más bajo del proletariado, un sector carente de conciencia de clase. Es el lumpenproletariado, del alemán “Lumpenproletariat”, es decir, algo así como el proletariado de los harapos. El término fue acuñado por Karl Marx y Friedrich Engels, a mediados del siglo XIX en su obra “Ideología alemana de 1845”.
Hoy, para los analistas del marxismo posmoderno diseñado en el Foro de Sao Paulo, la escoria izquierdista, ese lumpen, impulsa -dirigida por los agentes del comunismo pro cubano- temas como el aborto, la legalización de las drogas, el lenguaje inclusivo de “les todes”, “les niñes” y “la munda”; el pasar de un género a otro como quien se cambia de traje; gritar desaforadamente por los derechos LGBTQ; denigrar el cristianismo (como ejemplo el nicaraguense Daniel Ortega apresando sacerdotes e incendiando iglesias), entre otras. Los valores occidentales estarían, pues, bajo el ataque imparable de este progresismo harapiento, infantilizado, caprichoso, de un individualismo y egoísmo patológicos; ignorante y profundamente hedonista.
Ocurre, por desdicha, que estas mismas características se han apropiado de las clases altas, de las supuestas élites llamadas a ser guardianes de lo mejor de la civilización occidental y por ende quienes debieran conservar las tradiciones como la propiedad privada, la familia y la patria. El socialismo del siglo XXI nos ha llevado a padecer no solo al “lumpenproletariat” sino a una “lumpen-burguesía” y a un “lumpen-empresariado” sin conciencia de clase, descastados, que abrazan el socialismo aparentemente light como si fuese el último grito de la moda; aplauden toda propuesta para borrar los límites sexuales; consideran el asesinato de los niños por nacer un derecho de las mujeres.
Así, lo ‘andrajoso’ coincide con la élite que debiera ser ejemplo de civilidad, decencia, cultura y respeto a la vida. Una élite ya indistinguible, en sus formas y aspiraciones, del lumpenproletariado, lo único que les diferencia es cuánto dinero manejan.
Todo esto es señal de la decadencia de occidente, reflejada en la política y la actual forma de hacer negocios. Los menos privilegiados y los más, se sumergen en el mismo pantano de las prácticas marginales de la ley (allí tenemos, por ejemplo, a una Yennifer Paredes haciendo lo mismo que el delincuente confeso José Graña M.Q. solo que en cifras minúsculas).
La burguesía lumpenizada y las nuevas fortunas acumuladas gracias a la gangsterización de la política y militar, y a la infiltración del narco, son tan respetables como el dinero limpio y bien trabajado por generaciones. Moralmente estamos ante un panorama desolador y la podredumbre del poder no hace más que dividir a todos, en un entorno social presa de mecanismos propios del sistema de corrupción e impunidad que hemos dejado que impere en nuestro país.
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