La esterilidad total de la OEA
La Organización de los Estados Americanos ha entrado en una etapa que puede ser terminal. Su extremada politización e inutilidad la han convertido en una entidad estéril.
El punto sobre las íes lo ha puesto Estados Unidos al denunciar la falta de acciones contundentes con respecto a las crisis en Venezuela y Haití, e insinuar que se debería revisar la existencia del organismo.
La OEA es hoy un club de funcionarios de alto nivel que poco o nada hacen para contribuir a la paz, la estabilidad y la prosperidad de los 35 Estados miembros. El anterior secretario general, Luis Almagro (2015-2025), convirtió a la organización en, literalmente, un club caviar internacional. Su sesgo ideológico lo indujo a ser aval del nefasto golpista Pedro Castillo, a quien llegó a denominar como adalid de la “lucha contra la corrupción”. Salvo declaraciones aisladas, pero sin capacidad diplomática alguna, bloqueó toda acción concreta para afrontar el genocidio en Venezuela, la crisis humanitaria en Haití y las dictaduras comunistas de Nicaragua y Cuba.
La OEA está dominada por un hiperinfluyente puñado de países caribeños de gobiernos socialistas, que no tienen peso poblacional y económico, pero son alfiles tanto de la Venezuela de Maduro (antes de Chávez) cuanto de China. Con el sistema de un país un voto –algo que, aunque suene como herejía, debiera ser revisado– cualquier resolución en pro de la democracia es bloqueada. En cambio, se apoya directamente la rápida conversión de la CIDH y de la Corte IDH en órganos que, si bien son nominalmente autónomos, han dejado de lado sus funciones jurídicas para ser herramientas políticas de una izquierda globalista que pretende convertirse en gobierno supranacional que atropella la soberanía de los Estados regionales. Sistema que apoya el actual secretario surinamés, Albert Randim, un izquierdista radical.
Así, los niveles de coordinación para el desarrollo interamericano se diluyen cada vez más; y, de hecho, instancias como el antiguo TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) no solo fallaron en 1982, cuando la guerra de las Malvinas de Argentina contra Gran Bretaña, sino que hoy están ausentes en escenarios explosivos como la agresión de Venezuela contra Guyana.
A EE. UU. no le falta razón: si retira su aporte de 49,9 % al presupuesto de la OEA (en total de casi 93 millones de dólares), la entidad se desplomará. ¿Seguir invirtiendo en un foro inútil o promover una reforma profunda? Nos inclinamos por el cambio urgente.
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, X, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.