La humillada cerviz no levantó
Hace unos años se cambió la primera estrofa del himno nacional por la sexta. Intérpretes del pundonor nacional encontraron vejatorio para los peruanos entonar un cántico que nos describe como un pueblo incapaz de alzar la frente y -si es que no se nos grita libertad desde las costas- está condenado a arrastrar ominosas cadenas.
Cortesanos, siempre hemos sido un pueblo experto en domesticar las formas, mientras que el fondo poco o nada importa. Hoy, ya algún tiempo después, hemos aprendido a cantarle a la cordillera y al Dios de Jacob; sin embargo, es ahora más que nunca válido preguntarse qué tanto conversa ese cosmético acto de valor con la realidad y con la verdadera vocación de nuestro pueblo de alejarse de la humillación y de alzar la cerviz con dignidad.
La respuesta es que tanta miseria nos ha terminado de convertir en ese pueblo desangelado de cuyo epitafio intentamos escapar con un ardid tan básico. Las instituciones que sostienen a nuestra república hoy se tambalean como hace mucho no lo hacían y nadie parece inmutarse. Los peruanos hemos normalizado la cutra, la coima, la doble moral y el abuso sistemático de un poder que cada ciudadano ha conferido y que la Constitución tendría que limitar. Y digo tendría -en condicional, como buen hombre de prensa- porque la Constitución ha pasado a ser un recetario de cocina, un cuaderno de notas o una especie de Pascualina sobre la que el gobierno garabatea y la infame cuatrinca que gobierna el Tribunal Constitucional justifica a cambio de migajas rancias de sueldo, vanidad y poder.
En los últimos, días el premier -que no encuentra qué hacer a la cabeza del gabinete porque, ya ha quedado claro, no es un hombre de luces- se ha convertido en un escudero tullido del Presidente. Es casi el abogado de su jefe, igual que la ministra de Justicia. Hasta con el uso de las Fuerzas Armadas han amenazado al Congreso si vaca al ingeniero Vizcarra. Pero después pidió perdón y pasó piola; yo no fui, fue teté. Y cuando la espuma del escándalo empezaba a perder cuerpo nos enteramos de que un colaborador eficaz estaba siendo reglado por agentes de la policía en un auto registrado a nombre del Ministerio del Interior. Además, un dron sobrevoló la casa del mismo colaborador y también la de uno de sus familiares. Por agua tibia pasó otra seña del Estado policial.
Ahora se ha lacrado parte de las oficinas de la ONPE a sola cinco meses de los próximos comicios y se ha amenazado al semanario H-13 por sacarle, a cada rato, trapitos sucios al gobierno. Al diario La República lo leen cuatro gatos y ya no le entra más publicidad estatal. Mientras que medios como este o como Willax Televisión no reciben ni -les aseguro- recibirán un mango del Estado. Y mientras todo esto sucede seguimos los peruanos confinados a no poder salir después de las 11 de la noche, porque a algún creativo se le ocurrió darle duro al toque de queda y, de taquito, levantar nuestro derecho a la inviolabilidad del domicilio. O sea, la benemérita puede entrar a tu casa a patadas si recibe la orden de algún otro avispado estatista. Pero a nadie le importa tampoco, así lo confirma Ipsos.
Yo no sé si vacar al presidente el lunes sea bueno o no. Hay, de hecho, argumentos buenos desde las dos orillas. Pero que se va a generar inestabilidad como, más profesional imposible, ha adelantado ya la presidenta del órgano colegiado que quizás tenga que decidir una demanda competencial sobre la materia. Y por más pedido que el Congreso le haga para que se inhiba, la doña no se va a inhibir. Porque aquí, mientras quienes ostentan el poder se sientan en nuestros derechos, nosotros vamos, medio cojudos, tarareando el baile de los que sobran. Pero regresemos a la vacancia. ¿Qué más inestabilidad se podría generar? El Presidente y sus amigos los raqueteros del Lawn Tenis ya destrozaron lo poco de eso que nos quedaba. ¿Pero cuándo Ipsos ha errado?
La fiscal juega en pared con el Presidente, que antes jugaba en pared con el equipo especial que ahora lo traicionó, pero que en su momento jugaba en pared con los congresistas que lo ayudaron a tumbar a PPK y a recibir las supuestas coimas y ahora son colaboradores eficaces que ya no juegan en pared con el Presidente sino con la fiscalía. En el mismo equipo que Karem Roca y Mirian Morales. El Congreso se falta el respeto semanalmente a sí mismo con las sandeces que propone y entonces pierde legitimidad para fiscalizar al ejecutivo que no hace nada más que iluminar Machu Pichu y jurar por la Beatita de Humay que ya llegan las tablets, como para que las criaturas vean la propaganda de panetón esta Navidad y esperamos a que empiece la campaña de vacunación.
Con el único apunte de que ya está todo listo para inocular a la población con jeringas y panfletos, pero falta la vacuna. Que todavía no se ha inventado. Desde el golpe de Estado que el Presidente encajó al Congreso para llevar a cabo reformas que no hizo, no ha hecho más escaparse de lo que le espera a estas alturas prácticamente sin duda alguna ya: la cárcel. Pero eso a nosotros no nos importa: más concentrados estamos en que se vengue la muerte de George Floyd cuando no hay un solo periodista en el Perú capaz de decir el nombre de alguno de los 13 muchachos que murieron en Los Olivos. Regreso al comienzo: este es un pueblo de espíritu cojo. Que se deja mañosear y no se queja. Todo bien si así nos gusta, pero no nos cuenten de dignidades ajenas, por favor.