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La isla de la gente buena

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Fecha Publicación: 21/12/2024 - 20:40
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República Dominicana, la media isla caribeña admirada mundialmente por sus inigualables playas, fue escenario de una labor humanitaria que muestra la bondad de los dominicanos. Hace más de ochenta años, cuando los judíos huían del nazismo, la isla se abrió para recibirles, evitando la horrenda muerte que les esperaba a cientos de niños, mujeres y hombres que encontraron, en lo que Colón bautizó La Hispaniola, la paz y las oportunidades para prosperar en una nación en la que jamás se respiró ni respira antisemitismo. No había estallado la II Guerra Mundial y los principales países europeos ya les cerraban la puerta a los judíos, perseguidos donde estuviesen. El renovado rechazo fue promovido estratégicamente por Hitler a pocas semanas de asumir como Canciller, en enero de 1933. Para abril, ya tenía un perverso y organizado plan contra los negocios de las familias judías, fomentando el odio contra ellas.
Décadas antes, a finales del siglo XIX y principios del XX, los judíos sufrieron —a lo largo y ancho del imperio ruso— los pogromos consistentes en ataques violentos y sangrientas persecuciones, marcados por saqueos, asesinatos y violaciones, normalizando el antisemitismo en la región. El nazismo ahondó la animadversión y los judíos eran vistos como extranjeros en la tierra donde nacieron y con desconfianza en todas partes. Seiscientos mil judíos alemanes fueron despojados de su ciudadanía por las Leyes de Nuremberg de 1935. Ya entonces pensaron en emigrar, lo mismo que los de los países vecinos, temerosos de los afanes expansionistas nazis. Tras el Anschluss —la anexión de Austria por Alemania, en 1938—, a los judíos les era casi imposible salir de estos países.
El asunto escaló y el presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt convocó a la Conferencia de Évian (julio de 1938), en Francia. Las políticas de inmigración restrictivas sumadas al antisemitismo y las dificultades económicas tras la Gran Depresión limitaron la posibilidad de encontrar asilo. La reunión fue un fracaso. Estados Unidos y los 32 países participantes argumentaron que no podían aceptar refugiados por problemas económicos, desempleo y preocupaciones sobre la integración social. La reunión fue un fiasco e hipócritamente los delegados solo expresaron simpatía por los judíos. El Holocausto estaba a la vuelta de la esquina y Hitler utilizó el fracaso de Évian para reforzar la idea de que los judíos eran indeseables en todo el mundo.
Un rayo de sol llegó desde República Dominicana, donde el dictador Trujillo se ofreció a recibir a mil refugiados que se ubicaron en la zona de Sosúa, donde aprendieron a hablar español, usar machete y a desarrollar proyectos agroindustriales, particularmente lácteos, con tal éxito que aún hoy varios de esos productos siguen produciéndose, con marcas confiables y queridas.
Si visita ese país con su bandera dividida en cuatro cuarteles por una cruz blanca, símbolo de libertad y la salvación que nos dio el Cristo, no deje que sus ojos de turista vean solo mares de todos los azules y turquesas. Mire a los dominicanos, quizá la gente más buena que conocerá.

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