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¡La victoria del bien!

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Fecha Publicación: 06/11/2024 - 22:10
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El conteo de votos se hizo interminable en su fase final, los estados seguían sumando votos con la persistente ventaja de Donald Trump, mientras Kamala Harris alentaba a su equipo de campaña a esperar, algo que cambiaría la tendencia, lo cual ya era matemáticamente imposible, por lo que el conocido olor a fraude electoral se empezaba a percibir en el ambiente. Unirnos a las oraciones de los millones de cristianos que hemos estado orando en los últimos meses para evitar la repetición del fraude de 2020 era ineludible. A pesar de ser ya la 1 a.m. en Lima, estaba descendiendo la corona de victoria sobre la cabeza de Trump, pero se sentía correr a galope un caballo negro con un jinete del mal dispuesto a arrebatársela, para poder darle una imitación a Harris.
Para el mal, la elección de Trump significaba el epitafio del Nuevo Orden Mundial, extendido más allá de su tiempo engañando a la humanidad; significaba el retraimiento de los gobiernos corruptos de la Tierra en la ejecución de su agenda 2030 y el rompimiento de las redes de poder maligno en los organismos internacionales y en las naciones, que le han permitido dominarlas. Tenía que impedir la elección de Trump.
Tres intentos de asesinato, montaje de juicios falsos, campañas de desprestigio, ridiculización de la imagen, un enorme sistema de prensa nacional e internacional adversa, no pudieron impedir el cumplimiento del designio superior sobre la vida de Donald Trump. Nunca vimos una campaña electoral tan claramente opuesta entre el bien y el mal: las propuestas de Harris defendiendo la continuidad de las políticas de depravación moral, de la dictadura del mal y la destrucción; y las propuestas de Trump, anunciando volver a hacer grande a América, a base de libertad, democracia y dignidad, volver saludable a América, terminando con el engaño de las pandemias y refundar la nación sobre los valores cristianos y la integridad de la familia americana, devolviéndole así la felicidad y la paz.
Es la agenda de Dios para cambiar las naciones de mal en bien, algo que los políticos nacionales debieran aprender, pero no para ganar votos, porque con Dios no se juega. Muy torpe es pretender defraudar a Dios, sino para poder albergar sus dones que nos capacitan para lograrlo.
¡Grande América! Optar por el bien te ha hecho abrir la puerta a su victoria; ya empezaste a tomar el camino de la verdadera grandeza de Dios, y la has abierto a las demás naciones cristianas que en Él hemos puesto nuestra confianza.

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