La violencia debe ser duramente reprimida
Por segundo fin de semana consecutivo, el centro de Lima ha sido escenario de la violencia subversiva en la escalada desestabilizadora del régimen de gobierno.
Una banda muy bien articulada de manifestantes ha buscado el enfrentamiento directo con la policía so pretexto de avanzar desde la plaza San Martín hacia el Congreso de la República para quemarlo. La máscara usada ha sido el ícono de One Piece (el pirata japonés con sombrero de paja que navega liberando pueblos oprimidos) y la identidad manipulada es el nombre de la Generación Z.
Ambas cosas son un disparate, el personaje de la serie manga está siendo utilizado como estandarte de revueltas en otras partes del mundo, como Nepal. Aquí, sin embargo, no representa a nada ni a nadie, salvo darle un sentido internacional a las protestas con el mismo método usado por organizaciones terroristas como Antifa. Y en cuanto a los Z, gracias a la cátedra universitaria, conozco muy bien a los jóvenes actuales y sé que definitivamente no están nucleados en un movimiento generacional; por tanto, su uso es oportunista.
Cuando se revisan los vídeos, se advierte que los marchantes están bien estructurados en columnas, escalafones, vanguardias violentas y equipos de apoyo médico y abogadil. Eso no es fruto del azar, cuesta y revela que una organización detrás les provee desde pancartas hasta petardos; y se comprueba que los líderes son personas de 40 años a más. Gracias a las cámaras de vigilancia, se verifica, además, que algunos escalones de la protesta están encabezados por bandas filoterroristas como el MIR (heredero del MRTA), el ML-19, los neoindigenistas aymaras portadores del trapo llamado wiphala y, directamente, miembros de Sendero.
Por supuesto que también hay jóvenes entusiastas que quizá actúan por ideales y como reacción ante problemas como el pésimo gobierno de Dina, la corrupción, la inseguridad, etc., pero esos son solo borregos de quienes quieren reeditar la asonada del 2020 contra Merino. Ningún joven Z haría pedidos estúpidos como la reposición de Delia Espinoza.
Hoy hay cómplices que pretenden justificar la violencia, desde periodistas caviares que justifican el uso de armas letales como las bombas molotov, hasta medios, trolls web, ONG, universidades y cardenales que satanizan a una policía apedreada y con efectivos quemados vivos.
¿Qué pretenden? Claramente, alcanzar un momentum de desborde popular que frustre las elecciones y desate el caos revolucionario. Eso no solo hay que denunciarlo, sino reprimirlo con todo.
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