La virtualidad en el Parlamento no es sinónimo de “sacarle la vuelta a la población”
Lo sucedido en la última sesión del Congreso respecto a la inhabilitación del expresidente Martín Vizcarra, en la que no se alcanzaron los votos debido a la inasistencia de 49 congresistas que, al parecer, se tomaron los días feriados de largo y no tuvieron la decencia de votar siquiera virtualmente, hace que nuevamente me refiera a la necesidad de replantear la incorporación de artículos al reglamento del Congreso para garantizar la eficacia de las sesiones virtuales.
La voluntad que han demostrado en los últimos tiempos nos indica que los congresistas, al parecer, no quieren tener reglas que los limiten. Si bien la implementación de sesiones virtuales en los parlamentos ha sido una respuesta necesaria a situaciones de emergencia, este cambio ha traído consigo una serie de problemas que pueden afectar la percepción de legitimidad ante la población. Entre estos se destacan la falta de transparencia, la ausencia de sesiones presenciales en momentos críticos y los cuestionamientos que surgen entre los ciudadanos, lo que plantea la necesidad de establecer una reglamentación específica sobre las sesiones virtuales.
Las interacciones cara a cara suelen ser más efectivas para generar confianza y facilitar un debate más sólido. La percepción de que las decisiones se toman detrás de una pantalla y sin abrir las cámaras de las computadoras genera desconfianza en la población, argumentando que hay menos control sobre los representantes.
Por otro lado, la falta de contacto físico reduce la interpersonalidad y el sentido de urgencia que a veces se necesita en procesos legislativos críticos, así como en los actos de control político, como el de la última sesión. Las conductas de los congresistas generan cuestionamientos entre la población, que se pregunta si realmente los parlamentarios están comprometidos con el trabajo que realizan.
Esta desidia parlamentaria, estoy seguro, será tomada en cuenta por la población al momento de decidir su voto por la reelección de aquellos que se postulen. La virtualidad también genera la sensación de desconexión entre los congresistas y la responsabilidad que tienen, lo cual es preocupante, ya que se necesita un ejercicio efectivo y eficaz del poder legislativo.
Surge, entonces, la necesidad de establecer una reglamentación clara para las sesiones virtuales, la cual debe abordar aspectos como la transparencia y protocolos que garanticen la participación efectiva de todos los parlamentarios. Es fundamental que los parlamentos se adapten a los nuevos tiempos, pero sin “sacarle la vuelta” a la población.
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