La voracidad de China
Perú puede convertirse en el patio trasero de la República Popular China, el comunismo más grande del planeta que desafía la supremacía de occidente y pretende arrasar con los valores de este lado del globo.
En ‘El hambre del dragón’ el analista y escritor argentino Agustín Barletti menciona las contradicciones chinsa por el liderazgo mundial, dados su autoritarismo y sistemática violación de derechos humanos; algo que apoya por estas latitudes.
De hecho, desde 2021, cuando la dictadura sandinista rompió relaciones diplomáticas con Taiwán para restablecerlas con Pekín, el tirano de guayabera Daniel Ortega encontró en Xi Jinping ayuda para sacar del abismo a Nicaragua, país que regenta. China da regala millones si sirve para sus objetivos expansionistas.
Según Barletti, la República Popular China da billonarios préstamos e inversiones a una serie de países que no podrán pagarle. Esto les permite presionarlos e influir en sus agendas y decisiones políticas y económicas, mientras se apoderan de sus recursos.
Barletti explica que “así funciona, a grandes rasgos, la polémica Ruta de la Seda que, actualmente, se extiende por gran parte del mundo, incluyendo el Cuerno de África, Europa y América Latina. En Bolivia, el gigante asiático participa en la explotación de litio, cuyas reservas en esa nación son las más grandes del mundo”.
El proyecto expansionista ‘La Ruta de la Seda’ cuenta con una planificada logística marítima de puertos e infraestructura costera en Europa, India, África y Latinoamérica, es el ‘China’s Belt and Road Initiative’ (BRI) y resulta en que 30% de todos los contenedores, en algún momento tocarán un puerto de propiedad China.
En Chancay, la China Ocean Shipping Company Limited (Cosco), una de las navieras más grandes que existen, construye un megapuerto que garantiza la llegada de cargueros chinos, y tendrá capacidad de alojar grandes barcos de guerra. Lo de Chancay impactará positivamente en el crecimiento peruano, pero la mega instalación es una pieza clave para el dominio costero, por ello Washington emitió, en su momento, sendas alertas sobre el Perú, donde el Partido Comunista Chino, PCCh, controla infraestructura marítima y el sistema eléctrico. Y el gobierno de Boluarte no tiene estrategia para equilibrar nuestra relación con el voraz dragón.
La italiana Enel, por ejemplo, vendió a China Southern Power Grid International todas sus filiales en Perú y quedamos a merced de un país comunista con el control de nuestras generadoras de energía y buena parte de la red de distribución eléctrica.
Pekín mira con apetencia a una América Latina pobre, pero inmensamente rica en los minerales y otras materias primas que necesita; una Latinoamérica donde han proliferado ineptas tiranías del socialismo del siglo XXI.
El nuevo escenario geopolítico se construye con la billetera china y Estados Unidos no sabe cómo competir. El Perú debe tener claro si quiere ser una ficha del juego del comunismo o hacer negocios con la democracia más grande y añeja del planeta: Estados Unidos de América.
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