Las lluvias y la incompetencia
Las lluvias vienen causando destrozos en varias regiones del país desde finales de diciembre. Se han activado quebradas y ya hay amenaza de huaycos de alta a extrema severidad. Según datos del Instituto de Defensa Civil, Indeci, hay más de tres mil emergencias registradas en todos los departamentos del Perú, con cerca de cinco mil personas damnificadas y más de treinta mil afectadas.
Las lluvias azotan nuevamente la costa peruana, zonas de la sierra y la selva de San Martín, desbordando ríos. Hay desprendimientos de rocas, carreteras partidas, colapso de puentes —como el de Chancay—, puentes peatonales debilitados, riberas erosionadas y viviendas al borde del desastre. El agua ha invadido casas y devorado campos de cultivo. Y se repite la irresponsabilidad de este gobierno y los precedentes frente a un fenómeno recurrente. Más que desastres naturales, nuestro país padece desastres gubernamentales.
Este gobierno, con un gabinete de dimes y diretes y ministros tibiecitos, como Raúl Pérez Reyes, incapaz de gritar a viva voz y señalar a los responsables directos del colapso del puente de Chancay, es decir, a la concesionaria Norvial; culpable también de la muerte de dos compatriotas y treinta heridos. ¡Despáchenlo!
Las autoridades repiten el ritual perverso de la improvisación y el monitoreo e información sin brindar soluciones. Es como si las lluvias no se dieran anualmente con puntualidad, amén de ser anunciadas por los satélites meteorológicos.
El verano se ha convertido en una sucesión de dramáticas imágenes de calles convertidas en ríos, de ríos furiosos, centenares de personas durmiendo a la intemperie y desagües colapsados de los que brotan aguas servidas y pestilentes, creando focos infecciosos.
El discurso oficial se repite como una tormenta anunciada: “No se pudo prever la magnitud del fenómeno”, “Se están destinando recursos para atender la emergencia”. Pero la verdadera tragedia no es la lluvia, sino la ausencia de planificación, la ceguera institucional y la apatía crónica de los gobiernos, que reaccionan cuando las pérdidas materiales son millonarias, como multimillonaria será la reconstrucción que nunca llega. ¿Qué fue de la “Reconstrucción con Cambios” tan anunciada por el lobbista Pedro Pablo Kuczynski? ¿Y qué hicieron los siguientes encargados del despacho presidencial? ¿Y la plata destinada?
La presidenta Dina Boluarte se queda en la anécdota y no toma acción. Se monitorea, se tiene la desgracia mapeada, los puntos más afectados. Eso no es gestionar el riesgo, es no evitar la tragedia. Deberían estar los militares con los generales de la división de ingeniería a la cabeza. Está claro que las buenas intenciones de Indeci no sirven de mucho.
El país no necesita discursos ni planes de último momento. Aquí se requieren expertos en dinámica de fluidos, ingenieros civiles con experiencia en saneamiento y arqueólogos, porque las culturas precolombinas supieron desviar huaycos y construir en zonas seguras. Urge canalizar las quebradas, crear presas, reforzar y reforestar las riberas, reubicar los asentamientos en peligro y ampliar la red de drenaje pluvial.
Hay prioridades que el gobierno central desconoce o le importan un bledo.
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