¿Limpiar al MRTA con el libro de Polay?
Como peruana, rechazo que en pleno 2025 todavía haya quienes pretendan, con técnicas propagandísticas propias del comunismo, limpiar la cara del terrorismo. Y eso ocurrió al querer darle tribuna a un terrorista como Víctor Polay Campos, el exlíder del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). Polay, responsable de secuestros, asesinatos y del dolor de miles de familias, escribe desde su celda Revolución de los Andes, y no solo encuentra una editorial que lo publique, sino que recibe promoción encubierta bajo el disfraz de “documento histórico necesario”.
Sí, Achawata Ediciones agotó su primera tirada. Pero lo más escandaloso fue el intento de presentarlo en la Feria Internacional del Libro de Lima, nada menos que en un evento cultural financiado en parte con recursos y espacios públicos. Y aunque la Cámara Peruana del Libro (CPL) canceló el acto alegando “orden, democracia y pluralidad”, la editorial no dudó en victimizarse y acusar de censura. ¿Censura? No, señores. Esto es sentido común y respeto por las víctimas.
Porque no hablamos de un autor cualquiera. Hablamos de quien dirigió una organización terrorista que sembró muerte en nuestro país, que reclutó, secuestró y asesinó. ¿O ya hemos olvidado a los policías y militares emboscados, a los civiles usados como moneda de cambio, a los niños huérfanos? Abrirle un micrófono en un foro cultural no es pluralidad: es una bofetada a la memoria de las víctimas.
La editora, Magdalena Suárez, insiste en que no es apología del terrorismo, que el libro incluso incluye frases donde Polay califica los secuestros como “crueles” y “en muchos casos injustificables”. ¿Y eso qué? ¿Desde cuándo un mea culpa tardío borra los crímenes? ¿Vamos a premiar al asesino porque dice que, si pudiera, no lo haría otra vez? Ese tipo de discurso es una estrategia calculada: suavizar la imagen del victimario, presentarlo como un “actor histórico” digno de estudio y diluir la atrocidad detrás de un barniz académico.
No nos engañemos. El MRTA no fue un grupo romántico de guerrilleros equivocados; fue una organización terrorista que atentó contra el Estado, contra la democracia y contra el pueblo peruano. Y Polay fue su cara visible, su líder, su estratega. Cualquier espacio que se le conceda para narrar su versión sin confrontar, en vivo y en directo, a las víctimas, es un riesgo de reescribir la historia a favor de quienes mancharon de sangre nuestra bandera.
Aplaudo que la CPL haya cerrado la puerta a esa presentación. No es censura: es defensa de la memoria nacional. La libertad de expresión no es licencia para glorificar —ni siquiera matizar peligrosamente— al terrorismo. La verdadera pluralidad escucha todas las voces… menos la de aquellos que quisieron silenciar a un país entero a punta de balas y explosivos.
En un Perú que todavía llora a sus muertos, blanquear a Polay y al MRTA no es reconciliación: es traición. Y frente a la traición, mi respuesta, como ciudadana y como peruana, es clara y ellos nos la enseñaron a todos: ¡Ni perdón ni olvido! ¡La sangre derramada jamás será olvidada!
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