Limpiar la basura
La agresión contra la congresista Patricia Chirinos no fue una simple travesura de mal gusto. Si el vaso de vidrio que le lanzaron en La Noche le hubiera caído en la cara, podría haber provocado una tragedia.
El atentado no lo cometieron simples vagos de la bohemia (mayormente ebria y drogadicta) que deambulan por los bares de Barranco. Los responsables, ya identificados, son actorcillos y pseudointelectuales de la onda progresista. Un grupo de caviares parásitos del sistema, probablemente ebrios y drogados, no resistió la tentación de atacar a una congresista demócrata que osó incursionar en su feudo de izquierda.
Machitos reprimidos, tías histéricas y demás basura decidieron atacar cobardemente en grupo. No se limitaron a utilizar un lenguaje intimidante, sino que lanzaron vasos con la esperanza de que alguno se convirtiera en “héroe” de la democracia antisistema. Por eso, mezclaron los insultos contra Chirinos con el estribillo idiota de “Dina asesina”.
El caso ya está en manos de la fiscalía y la policía. Los agresores deberían ser detenidos y procesados para que la cárcel les quite las veleidades. Pero lo preocupante es que hay muchos miserables como esos. Porque basura política son aquellos que en noviembre de 2020 tomaron las calles para apoyar el golpe de Estado que encumbró al admirador de terroristas Sagasti; basura son los que pagan a políticos ancianos; basura son los ultras que aterrorizaron con la “toma de Lima”; basura son los que agitan el espantapájaros del apro-fujimorismo-cerronismo; basura son quienes sostienen que hay “dictadura parlamentaria”; basura son los congresistas que viajan pagados por Maduro para defender la mentira de que en Venezuela hay democracia; basura son también quienes aplauden los agravios a los cristianos en los Juegos Olímpicos; basura son los que quieren instaurar la violencia en vísperas del proceso electoral; y basura son los medios que sostienen que Chirinos “protagonizó” el incidente en Barranco.
En la resistencia contra Pedro Castillo, los peruanos demócratas realizamos mil y una marchas y no se maltrató ni siquiera un jardín. Protestamos, pero no hubo víctimas; tomamos las calles, pero no hubo caos y el golpista cayó solo. Y eso nos diferencia: el sentido ético y moral de perseguir ideales con fe y convicción, pero sin recurrir a la fuerza. En cuanto a la escoria, pues nada, hay que perseguirla y expulsarla con energía, pero con la ley.
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