Los “logros” de Vizcarra
Los “logros” de Vizcarra son negativos: aumento de la anemia, contracción económica, reaparición de enfermedades erradicadas, mayor desempleo, irrespeto a la Constitución, cruce de la línea divisoria de los poderes, premeditado debilitamiento del Congreso, ínfimos avances en la reconstrucción del norte, claudicación ante las oenegés globalistas y de la cofradía caviar-progre-marxista, así como de los intereses de la corrupta Odebrecht y de sus poderosos consorciados locales; una Bolsa de Valores a punto de caer en la categoría “de frontera”, esto es del cuarto mundo; y otras cosas por el estilo. ¡Peor, imposible!
Si alguien llama gobernar a lo que hace este señor, entonces también lo sería pasar el tiempo mirando televisión saboreando un ron Zacapa puro (“hermano, puro”) y luego medir músculo con el vecino, en vez de reparar la casa en escombros. Vizcarra no gobierna, solo quiere ganar las confrontaciones que promueve, sin importarle cómo. Se siente bien si sube en las encuestas, pero no distingue que eso no es lo mismo que hacer el bien y que gobernar correctamente no tiene necesariamente correlación con la popularidad. Confunde el ficticio universo de la encuestocracia con el fortalecimiento de la democracia.
Se pinta como una víctima del Legislativo mientras pretende volcar la insatisfacción de los peruanos (por su pésimo gobierno) contra ese poder; cree que clausurarlo será popular y su gran triunfo histórico. El “de chiripa” debería entender que su único triunfo consiste en abocarse a revertir sus negativos “logros”, algunos de ellos señalados en el primer párrafo de esta nota.
Estamos ante un hombre carente de pragmatismo coherente, no tiene una meta salvo subir en las encuestas a cualquier precio, literalmente a cualquier precio. Es un caballo desbocado corriendo hacia el barranco mientras las barras bravas progre-rojicaviares lo aplauden. Se rehúsa a escuchar críticas y gusta rodearse de reconocidos sumisos y de las mentes más apagadas de la política nacional. No entiende que gobernar no es teorizar, hablar ni gritonear sino estudiar el tiempo y las circunstancias para cambiarlas y perfeccionar la realidad. No es exigir a los otros lo que no quieren que se le exija.
Desde tiempos de la dictadura militar-socialista de Juan Velasco, no se ha vivido tanta asimetría en las relaciones de poder. La tragedia del Perú emana de un individuo que quiere dominar todo, sin modelo, plan ni meta, contraviniendo el sentido del 72 % del voto que en 2016 marcó una clara ruta hacia el centro-derecha.