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Los ‘ofendidos’

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Fecha Publicación: 01/01/2022 - 22:57
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Las nuevas generaciones y las no tan nuevas se ofenden por todo, hasta por lo que no les incumbe. Pretenden asfixiarnos con su soberana imbecilidad a la que denominan sensibilidad. Ya no se le puede decir gordo al gordo, enano al chato ni burro al bruto, porque una legión de internautas sale en manada a masacrar a quien dijo lo que los ofendió pese que al aludido ni le interesa.

Caroline Fourest -ensayista, editora, directora de cine y profesora de Ciencias Políticas en París- es autora de ‘Generación ofendida. De la policía cultural a la policía del pensamiento’. Fourest es una devota feminista, antirracista y lesbiana que aboga por volver a los valores universales y a la libre expresión. Ha batallado incansablemente contra el fundamentalismo religioso, sea católico, judío o musulmán, el antisemitismo y el extremismo político. Ahora se va contra los ‘ofendidos’, a quienes considera la nueva Inquisición.

La francesa sostiene que las políticas de identidad son una nueva moral censora y que han dejado de representar a las minorías. Para ella estas ideas progresistas atentan contra la libertad de pensamiento y expresión. De hecho, no pasa un día sin que alguien se arrogue la representación de cualquier ‘minoría’ y salga a pretender mangonear sobre qué pensar y qué decir, esto con amenazas y pisoteo de nuestros derechos, libertades y dignidad.

Hoy cualquiera puede ser linchado en redes por decir algo que los hipersensibles consideren ofensivo, como por ejemplo que aunque una mujer trans se sienta hombre, genéticamente sigue y seguirá siendo mujer aún después de muerta y cuando analicen sus restos. Y es que los ofendidos crean debate donde éste no tiene cabida, como en el tema transgénero. ¡Al diablo con la biología y la genética! Ellos ‘en representación de…’, se convierten en una verdadera jauría 2.0 y usan las redes sociales, apoltronados en sus casas o desde un café, para lanzar abominaciones, las más de las veces desde el cobarde anonimato.

El asunto se enciende en segundos y los chillidos a través de los teclados no cesan por la ‘ofensa’ que tiene sin cuidado a quien atañe el comentario, es decir a la mujer trans que se siente hombre y continúa viviendo feliz sin enterarse que una muchedumbre ha saltado a rescatarla.

En Canadá unos estudiantes exigieron cancelar una clase de yoga porque consideran que se ‘apropia’ de la cultura india, como si no se pudiesen comer chilaquiles por no ser mexicano ni tocar el ukelele por ser peruano y no haber nacido en Hawái. Fourest advierte que: “La tiranía de la ofensa reina por doquier, como preludio de la ley del silencio […] la libertad de odiar jamás ha estado tan fuera de control en las redes sociales, y la libertad de hablar y pensar jamás estuvo tan vigilada en la vida real”.

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