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Los perros del Estado

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Fecha Publicación: 23/08/2022 - 22:40
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“Ojalá te toque vivir tiempos interesantes”, recita una antigua maldición china, la cual apunta a que los momentos más controvertidos, más dignos de análisis histórico y político, suelen ser de los más terribles para quienes tienen la mala fortuna de estar sumergidos en ellos. En el caso del Perú, parece que el hechizo lleva ya algunos años marcando el derrotero del acontecer nacional, tras una relativa calma entre el retorno a la democracia y el rotundo éxito marketero del ‘cuy mágico’. Podríamos caer en el victimismo miope de decir que “siempre estuvimos en crisis”, sin embargo, cada día la realidad se desarrolla impugnando tal afirmación apresurada. La crisis va en claro aumento, conforme más ‘interesantes’ se vuelven los tiempos que vivimos.

Antauro Humala, el asesino y fascista andino, fue liberado anticipadamente y de modo ilegal tras haber cumplido sólo con 17 años y 3 meses de su condena de 19 años; condena que fue reducida en el 2011 por la Corte Suprema, ya que esta originalmente alcanzaba los 25 años, por delitos múltiples: secuestro agravado, homicidio con dolo, robo de armas de fuego y rebelión. Las crónicas señalan que cuando se había consumado el asesinato de cuatro policías, Antauro gritó: ¡hemos matado a cuatro perros del Estado! Casi dos décadas después, se pretende liberar al asesino por supuesta buena conducta; para que al par de días declare que se siente orgulloso “de lo que hicimos en Andahuaylas”.

El gobierno de Pedro Castillo es un gobierno criminal, funcional a las peores mafias que han podido asolar a nuestro país. Mafias que, antes agazapadas, hoy emergen desde la clandestinidad para mostrarnos el rostro desfigurado de lo que hace tantos años que ocultamos bajo la alfombra: narcotraficantes, corruptos, terroristas y asesinos, todos en el poder bajo un paraguas de impunidad. Desde la grieta más profunda de nuestro estado y de nuestra sociedad, los peores males emergen como al abrir la célebre Caja de Pandora. Escandalizarse a estas alturas es ocioso; todas estas personas han estado ahí esperando este momento por años, una abertura repentina en nuestra endeble democracia para hacer de las suyas. Sorprenderse es ingenuo o cucufato.

El crimen organizado ha demostrado ser una fuente de poder político muy relevante en Hispanoamérica, los casos de México y de El Salvador son emblemáticos en ese sentido. Compartimos estas débiles instituciones por estados fundados bajo una concepción jacobina de la ley: la sociedad se ordena desde arriba hacia abajo, y el poder es el instrumento. Por ello la ley se proclama, pero sólo el tonto o el débil la cumplen. Frente esta realidad, es importante dejarnos de medias tintas. El crimen organizado no podrá ser combatido de modo exclusivamente político. En el Perú existen zonas liberadas por narcotraficantes, terroristas, amapoleros, y demás fauna, que sólo podrán ser recobradas por la vía de la violencia; del monopolio más importante de nuestro Estado, y que hoy parece ser el último en ser recordado.

Defender a los ‘perros del Estado’, como los califica el asesino Antauro, no es un asunto de preferencias ideológicas; es un asunto de la supervivencia misma de nuestra patria. Mientras el Estado peruano no pueda garantizar justicia, seguridad y propiedad en todo su territorio, el término “Estado” será un mero proyecto, un sueño iluso.

Hoy, las fuerzas extraestatales y antisistema han infectado al instrumento formal de poder; el Perú está en una cama UCI, y sólo medidas definitivas podrán salvarnos no del comunismo, sino de la anarquía más rampante. Antauro será un agente relevante en el devenir futuro. ¿Si Pedro Castillo -que no puede dibujar un 0 con un vaso- ganó una elección, por qué no lo haría Antauro? Veo demasiado ‘wishfull thinking’ en algunos colegas.

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