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¿Manos a la obra o a la ubre?

Fecha Publicación: 07/04/2019 - 21:26
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Luego de un discurso de investidura que no levantó ni a las ánimas del Congreso, el presidente del Consejo de Ministros, Salvador del Solar, deberá acompañar al anémico verbo discursivo un sustancioso plan de acción de alto impacto que aplaque la creciente ira ciudadana por la inacción y el marasmo gubernamental, saque fuerzas de flaqueza y demuestre la firmeza y liderazgo de la administración Vizcarra en temas claves que incidan directamente en el bienestar de la población.

Si en las próximas semanas, el Poder Ejecutivo no exhibe una genuina demostración de una lucha sin cuartel contra la corrupción, un ataque frontal contra la delincuencia, visibilice sus esfuerzos por reactivar la economía generadora de empleo, mejore sustantivamente los servicios básicos que ofrece el Estado, en especial en hospitales y centros de salud, demuestre que ha puesto el pie en el acelerador de la reconstrucción y solucione el conflicto en Las Bambas, la sensación de desgobierno aumentará y nuevamente estaremos expuestos a predicadores populistas que buscarán convertirse en los verdaderos “salvadores”.

Implementar un plan que apunte a demostrar que ante la eventual adversidad sí es posible ir ganando batallas, requiere de un cambio en la actitud mostrada en los últimos meses por la administración Vizcarra. Así como se jaqueó a la oposición obstruccionista en el Congreso y se ganó un referéndum para impulsar una reforma del podrido sistema de justicia, Vizcarra y Del Solar deberán elegir aquellas batallas que hoy la ciudadanía exige.

Por ejemplo, para reactivar su lucha contra la corrupción deberá demostrar que no se casa con nadie. La política es el arte de persuadir no sólo con palabras sino con hechos concretos. En ese sentido, deberá mejorar sustancialmente su capacidad de reacción ante las zancadillas que sus adversarios políticos le ofrecerán mañana, tarde y noche.

La denuncia de millonarias consultorías pudo haberse aprovechado para exhibir las fortalezas y debilidades de la administración pública, demostrar la utilidad de algunas, anular hidalgamente otras sin mayor sentido y dar el potente mensaje de un jefe de Estado que ordena la casa por dentro, prioriza presupuestos y vela por el buen uso de los recursos públicos en beneficio de la población.

En cambio, el dejar pasivamente que la oposición le enrostre el hecho de que las millonarias consultorías son una muestra palpable de un doble discurso del Gobierno en la lucha contra la corrupción, demuestra que ganar una batalla no significa haber ganado la guerra. Así, el mensaje de “manos a la obra” puede entenderse al final como como un “manos a la ubre” presupuestal.

José Luis Patiño V.

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