Marcha con “brisas”
El viernes en Santiago de Chile más de un millón de personas se concentraron en los alrededores de la Plaza Italia, en una manifestación pacífica contra el gobierno de Sebastián Piñera, el liberalismo, el alza del costo del boleto del metro, la desigualdad, la paz y cualquier otra cosa incómoda. Millares de jóvenes lloraron emocionados mientras cantaban “El baile de los que sobran”. Las fotos publicadas por los medios muestran a chicos con guitarras, muchachas abrazadas, todos conmovidos quizá porque hace mucho no levantaban la mirada de sus celulares para descubrir que un cálido abrazo no se siente igual que un “like” en el “face” y que la sonrisa de un grupo de amigos pega en el corazón cuando se libera la carcajada sin tener que congelarla para un “selfie”. Energía juvenil a raudales que necesita canales creativos para construir un futuro mejor, desde la diversidad, y no destrozar el presente. La profesora universitaria Mamela Fiallo Flor sostiene en el PanAm Post que los medios no mostraron la violencia de ese día: un grupo quemó la estación de Baquedano y otros hicieron eco de la “brisita bolivariana”. El mundo protesta: en Ecuador por el precio del petróleo; en Perú por la corrupción y el cierre del Congreso; en España, en busca de la indepencia de Cataluña; en la India por el precio de las cebollas, y así.
En el diario La Tercera, Gonzalo Yuseff Quiroz, ex director de la Agencia Nacional de Inteligencia, ANI, en el primer gobierno de Piñera, sostiene que no frenar a tiempo los múltiples episodios de violencia social y política han creado un clima de permisividad. “El último acto de violencia política en Chile fue hace pocos meses” -el intento de homicidio del ex ministro del Interior Rodrigo Hinzpeter-, “a nadie le importó, fue como si no hubiese pasado”. Para Yussuf detrás de las protestas hay grupos narcos y anarquistas. En su novela ‘La Peste’ (1947), el filósofo Albert Camus relata los estragos en Orán, Argelia, un azote comienza sutilmente con una que otra rata muerta hasta que las personas empiezan a morir, desencadenándose la violencia, tras el quiebre del orden social pues las instituciones no intervinieron a tiempo. Para Camus el mal no es inherente al ser humano sino que se origina por la ignorancia o por el error de juicio. Un error como creer que entre el millón de la marcha chilena no había agentes del comunismo internacional.