Medicina de calidad de vida
Por Álvaro Díaz
Luis Rojas-Marcos, médico psiquiatra y profesor, quien tuvo a su cargo la dirección del sistema de salud de Nueva York durante los sucesos del 9-11, nos describe la misión más profunda y a la que sería muy inspirador redirigir gran parte de los esfuerzos por la salud, que es hacia la “medicina de calidad de vida”.
La medicina de la calidad de vida es parte de su evolución natural (así como, paradójicamente, retomar sus raíces), y es valorar la definición de salud de la Organización Mundial (OMS) de la Salud como “el estado de completo bienestar físico, psicológico y social”.
Por ejemplo, en los años 80 se descubre y comprueba que el ejercicio físico es bueno para la salud física, mental y si lo haces en grupo o socialmente tanto mejor.
Hay factores que colaboran en la calidad de vida que están desatendidos o poco considerados, como el dormir bien (de forma reparadora, según la edad y necesidad de cada uno), el manejo del estrés o el sentido del humor.
Nada de ello significa desatender esfuerzos en lo asistencial (curar, operar, medicinas, tratamiento, rehabilitación) o preventivo (complementos, suplementos, prácticas adecuadas según los potenciales o reales padecimientos,) con lo que se busca no tener enfermedades, retrasarlas o que cuando aparezcan vengan con menos intensidad o secuelas, sino ir un paso más allá y promover y hacer los esfuerzos para que las personas tengan un estado completo de bienestar físico, psicológico y social.
Siempre habrá la pregunta, válida, de que primero lo primero y hay que atender al enfermo. Y claro que sí. De haber alguien con algún mal hay que ayudarlo como prioridad, pero limitarse a esa visión conduce a que las enfermedades aumenten y con ello los costos para atenderlas, por su gravedad, cantidad y secuelas, además del impacto en la productividad directa e indirecta (personas de la familia que deben enfocarse en atender al enfermo crítico o crónico avanzado).
Harvard, en un Estudio cuyo resumen fue publicado en la Pan American Journal of Public Health (The economic burden of noncommunicable diseases and mental health conditions: results for Costa Rica, Jamaica and Peru) nos advierte que, de no hacer caso a la prevención como política de Estado, el mayor costo que se le viene al país (desde lo público y privado) son varias decenas de miles de millones de dólares.
Vale la pena pensarlo… y actuar.
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