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¿Necesitamos democracia y burocracia?

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Fecha Publicación: 11/12/2024 - 22:00
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Javier Milei sostiene que se requiere de un Estado y burocracia pigmea eficiente. Desde mi perspectiva, en principio, estoy de acuerdo con él, pero no con una reducción tan extrema. Reduciría el tamaño del aparato estatal eliminando gobiernos regionales y dejando solo alcaldías provinciales.
En cuanto a la democracia, considero que es necesaria, aunque no garantiza desarrollo ni bienestar social. Hay democracias que no han superado la pobreza. Sin embargo, todos los sistemas políticos, sean dictatoriales, liberales, socialistas o teocráticos, necesitan un cuerpo institucional que permita el funcionamiento de la cosa pública y privada.
Siempre se ha dicho que la economía va por un camino separado de la política. Esto es cierto, siempre y cuando se respete un marco constitucional viable que responda al entorno internacional, como ocurre en el Perú. Nuestra macroeconomía es sólida, pero las instituciones y la burocracia desangran los recursos del país. Esto se debe a que cada gobierno coloca a su gente de confianza, lo cual no solo ocurre a nivel nacional, sino también en los distritos y caseríos.
El Estado peruano es un paciente grave que necesita mantenerse estable. Todo aquel con experiencia en gestión pública sabe que no se le puede descuidar, pues está al borde del colapso.
Para que la democracia funcione, necesita ciudadanos comprometidos, instituciones sólidas y políticas públicas bien aplicadas. Sin embargo, la burocracia en el Perú no opera correctamente porque se nombra a funcionarios funcionales a los intereses de quienes detentan el poder. Como resultado, el dinero público termina en los bolsillos de los corruptos o se destina a medidas populistas en lugar de a salud, educación, obra pública o seguridad.
Un ejemplo reciente es la intención de permitir la reelección de alcaldes y gobernadores regionales, lo que en muchos casos perpetuaría prácticas corruptas y clientelistas.
El 80% de la población peruana vive en la informalidad. Este sector no necesita ni exige un Estado eficiente; al contrario, prefiere que esté ausente para permitir actividades como la minería ilegal, el tráfico de madera, el narcotráfico, la trata de personas y el contrabando. Los políticos fomentan este escenario con estrategias discursivas y prácticas que mantienen al Estado al margen en las zonas rurales y periurbanas.
Es cierto que la burocracia muchas veces envenena el alma y nos roba lo poco que tenemos, y que la democracia no siempre cumple con sus promesas. Sin embargo, ambas son fundamentales. Aunque imperfectas, la democracia y la burocracia estructuran y ordenan la vida social, evitando que reine la informalidad, la delincuencia y la pobreza absoluta.
En este contexto, el Perú necesita un “Leviatán Light”, un Estado lo suficientemente fuerte para establecer el orden, pero sin convertirse en un monstruo ineficaz y elefantiásico.
En 2026, al igual que en los gobiernos subnacionales, tendremos la responsabilidad de elegir entre los más de 50 candidatos presidenciales a quien guíe nuestra joven democracia y reforme nuestra desprestigiada burocracia.

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