Nos habíamos matado tanto
En dos meses se registraron 22 feminicidios, sin contar tentativas ni agresiones. La violencia contra las mujeres y las niñas crece; indigna porque la mano que mata y maltrata es generalmente de alguien de círculos de confianza, como la familia o los amigos. Ayer en el programa Milagros Leiva, la ex Premier y ex Defensora del Pueblo Dra. Beatriz Merino Lucero, reveló que en Lima Este, una mujer internada por la golpiza que le propinó su conviviente fue baleada -dentro del hospital- por sicarios. Así es ya los contratan quienes quieren exterminar a sus esposas o parejas.
Lima, Cusco, Arequipa, Junín y Ayacucho concentran el 53% de los feminicidios o tentativas reportados. Justamente en Ayacucho, María Angélica Ochante Medoza fue atacada por su ex pareja, quien le clavó un destornillador en los ojos. El brutal episodio fue presenciado por las hijas de la víctima, lo siguiente fue un calvario: en la zona no había un oculista para atenderla y el fiscal determinó que presentaba solo “lesiones leves”. Ajá, casi sin ojos y dijo “leves”.
La violencia es un problema complejo y las mujeres no somos las únicas víctimas. Vivimos en una de las regiones más violentas del planeta. Según el Banco Mundial, BM, América Latina y el Caribe en 2012 se perpetraron 23.9 homicidios por cada cien mil habitantes, comparado con 9.4 en África, 4.4 en Estados Unidos, 2.9 en Europa y 2.7. Latam y el Caribe alberga a 8% de la población mundial, pero concentra el 37% de asesinatos. En 2016 el BM señaló que en esta región se producen cuatrocientos homicidios por día, o lo que es lo mismo, cuatro asesinatos cada catorce minutos. La Organización Mundial de la Salud, OMS, considera que la violencia es epidemia cuando ocurren diez o más asesinatos por cada cien mil habitantes, cifra cercana a la situación de la región Libertad: el año pasado -entre enero y octubre- se registraron 95 asesinatos (entre 1.778 millones de habitantes).
Los hombres matan a las mujeres y a otros hombres; las mujeres a los hombres, los padres a sus hijos y los hijos a sus padres. Mientras tanto el Estado discriminan a las mayorías, los medios deseducan, la miseria crece, el hacinamiento es la norma, y refugio las drogas (también, un potencial negocio) y el alcohol. ¿Desesperanza, falta de oportunidades, trabajo sin progreso?
¿Y Vizcarra, y el alcalde de Lima, seguirán priorizando tours monárquicos?