Nuestra guerra urbana

La Policía Nacional de Perú (PNP) actuó de manera impecable frente a la delirante tercera Toma de Lima del pasado 19 de julio. Logró que no se bloquearan las carreteras y si ocurrió, fue por poco tiempo. En la capital también nos demostró que tiene el suficiente profesionalismo e inteligencia como para repeler a gente de ánimo y actuar terrorista.

Quienes no manifestaron, trabajaron con normalidad (cosa muy importante), aunque en provincias se desanimó al turismo. Lógico, nadie quiere exponerse. Los que se quedaron en sus casas, viendo la transmisión por televisión, comentaron los violentos incidentes registrados como si fuera un espectáculo inevitable. Las patadas, pedradas y cohetones contra los policías ya se toman como parte del derecho a la protesta. Nuestra Policía es muy educada con respecto a la francesa, por ejemplo, que aplica todo el rigor físico que merecen los violentos manifestantes.

Quienes equivocadamente creen que son democráticos quieren guantes de seda y derechos humanos para los violentos protestantes. Van desde la Iglesia hasta los congresistas zurdos. La agresión a la prensa tampoco es relevada. Consideran que Boluarte tiene poquísimo respaldo en las encuestas y debe irse. Por eso no les hace asco protestar con el Movadef. Ecualizan la bestialidad contra la policía y la prensa, o la ignoran.

Habrá que enrostrarle siempre a la extrema izquierda y a sus ‘patas’ de la izquierda progresista que ellos eligieron a Pedro Castillo y a Dina Boluarte y que miraron con total indiferencia e irresponsabilidad la destrucción del país. No tienen derecho a pitear ahora. Votaron también por el desastroso Congreso que tenemos, plagado de gánsteres que trafican con su cargo. No todos, obvio. Pero son los suficientes para construir el desmadre parlamentario que vivimos.

Boluarte no es la presidenta de los sueños de nadie. Es lo que hay. Si hiciera un pequeño esfuerzo para estar a la altura de las circunstancias sería benéfico para nuestro alicaído país. Pero no le interesa el desastre económico que vivimos, es parte de la desinstitucionalización del Estado que dejó Castillo. La corrupción y desprecio por los más pobres continúa.

Quienes piensen que el fracaso del 19 de julio elimina a los violentistas, que se echen agua. Vencimos al terrorismo, aunque no lo eliminamos. Gracias a Castillo remontó, les abrió una cómoda carretera. A inicios de este año Sendero/Movadef/Fenatep y sus organismos de fachada tenían dinero, cortesía de Castillo. Provocaron una barbarie, pero los muertos les sirvieron para crecer.

Las tomas de Lima las organizó Movadef, ya lo dijo la PNP. Sobre lo ocurrido, el almirante Luis Giampietri, conocedor del fenómeno terrorista, nos escribe lo siguiente: “Estas guerras no se ganan, se pierden. Se pierden cuando el Estado no actúa. Ellos avanzan. No importa quién es más fuerte físicamente. Importa quién es más débil mentalmente y quién oculta su responsabilidad. Así le sacan la vuelta al sistema.

La subversión intenta trastocar el orden legalmente establecido. Las marchas y protestas son una de las expresiones que ellos saben hacer. Pero no olviden que pueden escalar a medidas más violentas. Cuando la calle se les acabe podríamos comenzar nuevamente los episodios de los años trágicos: torres dinamitadas, coches bomba y otros. Así como asesinatos selectivos. Ellos tienen esa gama de posibilidades, hay que estar preparados”. Sobre todo, nunca bajar la guardia.

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