Oposición justa
El actual régimen maneja una narrativa mentirosa. El zurdo que nos (des)gobierna florea sobre su lucha para desterrar la opresión del ‘pueblo’ por los ‘poderosos’, como si él no fuera el poder. Grita en las plazuelas que combate la corrupción, mientras el Estado sigue contratando con las empresas involucradas en el caso Lava Jato y Club de la Construcción, las mismas que se cargaron unos quince mil de millones de soles del “pueblo”.
El de Palacio dice que no aceptan (¿quién no acepta?) a un maestro rural como presidente, cuando él es apenas un ex militante de Perú Posible –partido del delincuente Alejandro Toledo– que por arribismo abandonó en 2017 para ganar notoriedad como sindicalista magisterial, encabezando una larga huelga que llevó a que los niños retrasen un año lectivo. Castillo, además, plagió su tesis para cobrar más que sus pares durante sus largos años de licencia sindical.
Tanta podredumbre, sin embargo, no es creación de este gobierno, aunque es más cómodo así creerlo. Desde hace más de dos décadas ya era complicado trazar una línea divisoria entre la mayoría de partidos y las empresas; era casi imposible separar, como ahora, la práctica política del crimen organizado y no ver al Congreso como la mesa de partes de los poderes fácticos cuyos lobistas se entrometen en el diseño de las políticas públicas, y el Ministerio Público es ese ente que dejó impune a la “Mafia Blanca”, con su máximo exponente José Graña M.Q. y los señoritos del “Club de la Construcción”.
El Perú se hunde porque las élites lejos de ser ejemplares dieron el mal ejemplo: saquearon billones de dólares de las arcas públicas, mintieron a las comisiones investigadoras del Congreso, a fiscales y jueces para luego acogerse a la pérfida colaboración eficaz y evitar la cárcel. Y en el camino corrompieron a las autoridades que les estiraron la mano.
Castillo no es un santo, es incompetente para el cargo y debiera renunciar, miente, se rodea de los peores y quiere hacer negociados como los caviares y mercantilistas: Toledo, Humala, PPK, Vizcarra y Sagasti. No le faltan ganas de cerrar el Congreso, como Vizcarra con la patada colaboradora de Salvador del Solar, y quiere cambiar la Constitución con las mismas ansias de Humala.
No hay mucha diferencia salvo que el actual gobernante es, a saber, ficha del castro-chavismo, está flanqueado por simpatizantes del terrorismo y por quienes mantuvieron (o mantienen) vínculos con el narcotráfico. Cosa no corroborada porque el Ministerio Público impidió declarar a “Sacha”, agente infiltrado en el VRAEM en el campamento de los narcoterroristas Quispe Palomino.
Son comprensibles las protestas por la prisión preventiva impuesta a la hija/cuñada de Castillo, Yenifer Paredes, cuando delincuentes confesos (como Graña M.Q., el mayor cómplice de Odebrecht en el Perú) gozan de total impunidad.
Seamos oposición, sí, pero crítica, responsable y justa. Solo así se logrará su renuncia y/o vacancia.
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