Oro negro devora presupuesto
El tema del petróleo, al que también se denomina el oro negro, en nuestra patria generó muchas expectativas, pero también muchísimas decepciones.
Recordemos que en 1948 se fundó la Empresa Petrolera Fiscal, de propiedad del Estado y bajo el criterio de que, si había petróleo en Piura y Tumbes, al igual que en el zócalo continental, lo racional —según el gobierno de aquel entonces— era no dejar sola a la actividad privada, sino que el Estado participase con su empresa pública en tales tareas que se les denominó estratégicas. Sin embargo, lo lógico y racional es que el Estado otorgue facilidades a las empresas privadas y les cobre sus impuestos sin contemplaciones. No tiene razón de ser que la empresa pública tenga menor éxito —para no decir fracaso— que la privada, y que sea depredadora presupuestal, mientras que la privada no solo no le quita al Estado, sino que le entrega sus tributos.
Muchos años después, la empresa estatal petrolera realizó exploraciones petrolíferas en la selva, principalmente en el departamento de Loreto y así, cada vez que había un pozo productivo, como fue en Pavayacu y Trompeteros, la alegría nacional era intensa. Incluso, tiempo después, para llevar el crudo de petróleo desde la selva hacia la refinería de Talara, se construyó el Oleoducto Norperuano, que ni siquiera la empresa pública transformada en Petroperú lo ha sabido cuidar y mantener, pues constantemente es sometido a cortes con derrames de crudo que han originado constante daño ambiental y en ascenso.
Los conflictos entre el Estado y la International Petroleum Company (IPC) fueron en aumento hasta que se suscribió un acuerdo para su solución, pero el entonces presidente de la Empresa Petrolera Fiscal, Carlos Loret de Mola, acusó la pérdida de su página once, descubriéndose que no había ni pérdida ni sustracción de ella, sino solo omisión de firma de una de las partes, con lo cual no había acuerdo de voluntades.
Luego, los escándalos en la empresa estatal Petroperú no cesan, pues se pretendió ampliar la capacidad de procesamiento de la planta de refinación de Talara, con sucesivas e innecesarias adiciones, que únicamente lograron estrangular económica y financieramente a Petroperú, empresa técnicamente quebrada, a la cual el Estado la dotó de préstamos, capitalizaciones de algunos de ellos, aunque en un constante sangrado de recursos públicos y de administraciones que competían en ineficiencia y lágrimas.
Sigue Petroperú lloriqueando y clamando por más recursos que no resolverán nada, pues ahora que se han perforado pozos petrolíferos frente al litoral de Lambayeque, bien podría gestionarse con los perforadores privados la suscripción de acuerdos para que se sustituya a Petroperú en todo lo concerniente a la ampliada planta de tratamiento en Talara y las demás operaciones de tal empresa estatal, que se ha reconocido como una sangría de recursos para el Estado, y lo que es peor, sabiéndose que con esos recursos bien se han podido financiar mejoras en los sectores educación, salud e infraestructura.
Tenemos que ser realistas: Petroperú no sirve, hay que salir de ella. Tiene exceso de infraestructura, de personal y de gastos burocráticos, además de los financieros, que no tenemos por qué solventar el resto de compatriotas.
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