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Peligrosa constituyente

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Fecha Publicación: 03/07/2021 - 19:50
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“¿Qué coño es el pueblo? Habló el pueblo y dijo ‘mu’. El pueblo es una fantasía completamente metafísica. El conjunto de los ciudadanos no es el pueblo”, dijo el notable filósofo español Gustavo Bueno (1924-2016). El autoproclamado presidente Pedro Castillo puede dejar de lado su palabra preferida para justificar todas las abominaciones que pretende perpetrar contra el Estado de Derecho y la Democracia Liberal. Que guarde a su “pueblo” imaginario bajo el sombrero.

Castillo y los nuevos amiguis del lápiz quieren una Asamblea Nacional Constituyente que nadie reclama. Parir una Constitución de corte socialista, sin embargo, es parte de la receta comunista del Foro de Sao Paulo, hoy Cartel de Puebla, el think tank del narco-castro-chavismo formado por la izquierda más radical del continente y ‘ex’ terroristas. Tendríamos que ser muy imbéciles para permitir que el ilegítimo Castillo, excretado por fraude, tache la Constitución que le permitió al Perú vivir en libertad y democracia, con crecimiento sostenido, reduciendo la pobreza, generando oportunidades y el surgimiento de una robusta burguesía nacional de origen provinciano. Hay que ser ignorante o perverso -ambas posibilidades caben bajo el Sombrerón- para cuestionar nuestra actual Carta Magna tan protectora de nuestros derechos, de la vida y de nuestro proyecto individual, de la etnicidad y pluriculturalidad, de nuestras libertades, creatividad, propiedad y herencia; que reconoce a las comunidades campesinas y nativas, apoya el desarrollo agrario, y garantiza, además, diversos servicios del Estado a la población. Pero a los lápices les disgusta porque obliga a la alternancia del poder cada cinco años, y Vladimir Cerrón, dueño del partido del hombrecito Castillo, ha dicho claramente “se llega al poder para quedarse”.

De eso se trata la tan cacareada Constituyente y no de redactar un texto con el “pueblo”, algo materialmente imposible. El “pueblo”, en todo caso, está representado por los congresistas electos; que por cierto son minoritariamente comunistas. La Constituyente tiene, pues, dos intenciones: facilitar la perpetuación en el poder, del producto de la trampa, y desconocer a los congresistas electos.

“Tenemos que tener una Constitución con olor, color y sabor del pueblo”, dice Castillo cual chef. Pueblo, señor sindicalista, es un grupo de ciudadanos que viven sobre el mismo territorio en un determinado momento; algo muy distinto a la nación que somos e incluye a quienes estamos vivos aquí y ahora, a nuestros antepasados y a los ciudadanos que algún día nacerán en esta tierra nuestra. Somos presente, pasado y futuro. Por eso no se debe actuar siguiendo coyunturas pasajeras sino, más bien, abrazando nuestras variadas tradiciones heredadas de esos antecesores por quienes estamos aquí, hoy; y debemos trabajar para dejar un país mejor a las siguientes generaciones. Nuestra Constitución es un texto con vocación de servicio para los integrantes de esta nación llamada Perú. Con uñas y dientes la defenderemos; y no, nadie le teme a sus machetes “costumbristas”.