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Desentenderse de la política
Fecha Publicación: 13/07/2023 - 22:50
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Sin necesidad de recibir pretenciosas explicaciones como tampoco solemnes y enjundiosos conceptos, el lector habrá comprendido que, con el título de esta columna, evidentemente nos estamos refiriendo al Congreso.

El motivo por el que nos ocupamos del Parlamento es porque ha venido cayendo en la aceptación de la ciudadanía a pasos agigantados, a niveles francamente preocupantes, para lo cual sin duda alguna el propio Parlamento ha contribuido y a pulso.

La ciudadanía es testigo de la poca voluntad del Congreso de sancionar a varios de sus miembros por las faltas en que han incurrido, dando la sensación de impunidad, mientras se rasgan las vestiduras cuando en las investigaciones del Ministerio Público y en los procesamientos penales hay sustantivas demoras que incluso llevan a la prescripción de los delitos.

También los ciudadanos observan con notoria molestia los exagerados gastos en la administración parlamentaria, a la que se suma la contratación de personal innecesario y que nos cuesta a todos de nuestros impuestos, ello con la motivación de darles a los grupos políticos representados en el Congreso, beneficios injustificables.

A lo expuesto se suma el jolgorio en la aprobación de leyes meramente enunciativas, que no ordenan nada, en que solo falta que declaren de interés nacional y de importancia pública que pongamos un centro de vacunación en la luna, quizás en la de Paita, cuando no en el sol de Colán.

También vemos la generosidad parlamentaria de otorgar infinidad de apoyos a costa del Presupuesto General de la República, llegando hasta el absurdo de declarar más feriados, como si ya no fuésemos de los países que tienen abundantes feriados no laborables.

La calidad legislativa del Congreso también deja mucho que desear y la forma tan despreocupada de evaluar las observaciones del Ejecutivo y los consejos de los expertos nos lleva a tener una legislación defectuosa, por decir lo menos.

Lo expuesto no quiere decir que el Congreso no tenga algunos logros, como lo fue el nombramiento de los nuevos magistrados del Tribunal Constitucional, pero como sabemos una o algunas golondrinas no hacen verano.

A nadie le conviene tener un Parlamento maltrecho, ya que es parte del régimen democrático en un Estado constitucional de Derecho, con división de poderes y funciones, siendo la legislativa de importancia sustantiva pues además de dictar las leyes también tiene la facultad de fiscalizar y de representación ciudadana.

Se preguntará el lector con toda razón, ¿qué es lo que tiene que hacer el Legislativo para recuperar prestigio? La respuesta es simple, cumplir con sus funciones, no blindar a nadie, ser severo en las sanciones a sus miembros que incurren en actos desdorosos, dejar de dictar leyes simplemente declarativas, ser austeros en el gasto y concertar una agenda legislativa con el Ejecutivo para normar las acciones preventivas y de paliación del Fenómeno del Niño que se avecina, así como aprobar la legislación que se necesite para fomentar la inversión, que es la que genera trabajo y bienestar. Lo demás es humo.

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