Por hambre ruedan cabezas
Los problemas que enfrenta Castillo por su presunta corrupción son nada comparados con lo que no podrá evadir: la escasez de alimentos en medio de la anunciada hambruna global. Puede entonces que termine abruptamente su experimento castro-chavista y su caída corra por cuenta de los estómagos vacíos. Según el hombrecito “la hambruna les va a dar solamente a los que no trabajan, a los ociosos”. Esto como si fuera una gripecita y no una situación vinculada a la pobreza y a la difícil situación económica post pandemia, con el añadido de un conflicto bélico que para algunos analistas es el preludio de la III Guerra Mundial.
En el Perú la pandemia aumentó a 30% la pobreza; cerca de 800 mil compatriotas en el área urbana están desempleados, millones en situación de inseguridad alimentaria y, en general, los ingresos son 10% menores que en la prepandemia. No hay ociosidad sino falta de oportunidades.
Estamos ante un escenario complejo. Escasean los fertilizantes orgánicos y sintéticos -como la urea- por la guerra entre Rusia y Ucrania (productores de las ¾ partes de ese abono sintético). Esto ya afectó, en cantidad y calidad, la campaña agrícola del 2022. El alza de precios de la canasta básica es imparable y ya empiezan a verse estantes vacíos en los supermercados y ausencia de una serie de productos en los mercados, amén de que la importación de alimentos se complica por la crisis de contenedores y otros problemas logísticos, incluido el cierre de puertos chinos ante los nuevos brotes de covid.
El hambre podría acabar con este gobierno inútil, podrido y vergonzoso, antes que cualquier medida constitucional. Por hambre cayó el Imperio Romano; la falta de pan blanco y pasteles para el pueblo contribuyeron al descabezamiento de los reyes Luis XVI de Francia, su esposa María Antonieta y toda su descendencia; y en medio de la hambruna zarista el ejército bolchevique (rojo) logró reclutar a muchos que pensaban distinto asegurándoles el pan de cada día.
La inestabilidad en el suministro de productos locales e importados ya se siente. La disponibilidad de maíz amarillo duro importado para pollo y gallinas ponedoras ha disminuido. Los lecheros con sus vacas enflaquecidas recurren a sacrificarlas para vender carne. Mientras tanto las pesqueras trituran toneladas de pescado para reducirlas a harina usada para engordar ganado en otras latitudes. Diez toneladas de anchoveta, y todo lo que salga con ellas, sirven para producir apenas dos toneladas de harina de pescado, esto en frente a una crisis alimentaria ad portas es inaudito. Bien haría ese gremio en mirar al país, no sea que el inútil de Palacio que anuncia “sorpresas” en su discurso de 28 de julio nos “sorprenda” con expropiaciones.
Por si Castillo no lo sabe, por hambre los pueblos se alzan y ruedan las cabezas de sus gobernantes. “Ociosos” les dice él.
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