Por Lima
Esta ha sido una campaña caníbal, la prueba más contundente de la degeneración de nuestra política. Basta detenerse en alguno de los debates para confirmar la mediocre visión de los candidatos. Hoy, sin embargo, tenemos que elegir, que ingresar a la cámara secreta para marcar por alguien en nuestra cédula de votación. Lejos quedaron las candidaturas propositivas, lejos los discursos que nos hacían soñar con una Lima unificada, con una capital que merece de grandes obras para resolver sus crisis, la congestión vehicular, la inseguridad ciudadana. Con una derecha que linda con el fascismo, un centro inútil y una izquierda cuyo patetismo deviene en la mofa de un payaso siniestro. Espero poco de quien gane esta contienda. Ojalá y los ciudadanos, al fin, hayan entendido que lo peor que puede pasarle a la ciudad es la desatención a la política. Este proceso es la cúspide de la antipolítica, de allí un ex militar a quien poco le importa la calaña del líder de su partido, y sobre el que pesa además de los juicios la sentencia condenatoria de sus víctimas. O el mutismo caviar frente al escándalo y las denuncias contra su candidato. Atrás quedó la bulla, la indignación por el maltrato, las cartas públicas con adhesiones oportunistas: ninguna voz, ningún comunicado sentencioso contra su representante, acaso porque en realidad es eso, alguien que “sí los representa “, o un muchachito nada preparado para el cargo, y un conservador que mal hace polarizando con su retórica incipiente. Pero esto es lo que hay, y entre esto nos toca elegir. Triste y vergonzante para una ciudad que alguna vez fue gobernada por un Bedoya cuyo socialcristianismo jamás lo limitó para preocuparse por todos los sectores de esta Lima tan disímil, o un Barrantes, acaso el más grande líder de una izquierda que a todas luces ya no existe, o un Dibós, o un Orrego o un Pedro De Osma, o un Alberto Andrade. O incluso un Belmont contra quien se puede discrepar, pero al que debemos reconocer las obras de su gestión: el Trébol de Javier Prado, el óvalo Higuereta o los primeros kilómetros de la Avenida Universitaria. No espero nada de quien gane, pero hoy tenemos la responsabilidad de elegir al nuevo alcalde de Lima y de nuestro distrito. Toca detenernos en quién está realmente preparado para administrar Lima, nos guste o no, porque aquí no se trata de simpatía sino de responsabilidad. Ya hubiera querido escuchar propuestas por la cultura, por recuperar espacios para la institucionalización de ferias de libros o de festivales artísticos, nada de eso sin embargo estuvo en los debates ni en las propuestas de nuestros candidatos. Tenemos tarea, empecemos por ir a nuestro local de votación y elegir sin odios ni apasionamientos, Lima merece volver a ser mucho más que una hermosa posibilidad.
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