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Prioridades a fuego lento

Fecha Publicación: 23/02/2020 - 22:10
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La desaceleración económica ayuda a visibilizar los problemas estructurales de un país y nos recuerda cuáles deberían ser nuestras prioridades como sociedad. Para hablar en cristiano, es como aquella gran familia que, al ver reducidas sus fuentes de ingresos (un integrante pierde el trabajo o las ventas del negocio familiar bajan), decide cortar gastos para concentrarlos en lo básico que permita no solo atenuar los impactos negativos de la crisis económica sino fortalecer la base fundamental del núcleo de la sociedad: salud y educación.

La mayoría de peruanos ha pasado por este trance. Las crisis económicas normalizaron condiciones de vida muy precarias, porque las familias priorizaban la alimentación de sus hijos para evitar ser atrapados por cualquier enfermedad, y hacían todos los esfuerzos para que no pierdan el colegio. Tener un techo, un caño con algo de agua (o un barril a la entrada) y un silo o desagüe, garantizaban, adicionalmente, una vida, aunque suene paradójico, “digna”.

Hoy, en pleno siglo XXI, las condiciones antes descritas se mantienen en por lo menos 22% de peruanos. Sus prioridades siguen siendo las mismas. El releído y comentado crecimiento económico no ha movido ni un ápice esta situación (valgan verdades, por una pésima gestión del gasto público y el cáncer de la corrupción).

La mayoría siempre quiere ser entusiasta y ver el vaso medio lleno. En efecto, gran parte de las familias ha logrado obtener mayores ingresos y, por lo tanto, le ha permitido ampliar el rubro de gastos, a tal punto que su mayor inversión pasa por endeudarse para cumplir el sueño de la casa propia (aunque en realidad sea solo un pequeño “depa”) o construir sobre su terrenos más pisos para la familia o el alquiler.

En esta “vorágine” del crecimiento económico las prioridades empiezan a cambiar para estas familias. Los “otros” gastos empiezan a engordar porque los justifican como “necesidad básica” (un celular ya está en ese rubro, al igual que el cable o la internet), y para mantenerlos empiezan a generar más deuda. ¿Y, lo básico?

Igual pasa con quienes administran el Estado. El presupuesto público peruano en las últimas dos décadas ha aumentado de S/ 34 mil millones en el 2000 a más de S/ 177 mil millones en el 2020, es decir, se ha más que quintuplicado. ¿Hemos mejorado a ese ritmo geométrico los indicadores de salud y educación?

¿Contamos con una red básica universal de cobertura nacional para atender emergencias y, especialmente atención primaria (bien abastecida con medicamentos y especialistas), que NO discrimine? ¿Tenemos una oferta nacional de colegios públicos habilitados al 100% con paredes y techos que no pongan en riesgo la vida de los alumnos, que cuenten con servicios de agua potable y alcantarillado, con profesores que transmitan conocimientos de alto valor para nuestros hijos? Ha llegado el momento, por enésima vez más, de recordar y refrescar nuestras prioridades.