Qué ridículo es Castillo
Según la Real Academia de la Lengua Española –idioma que desconoce Pedro Castillo Terrones, pese a ser maestro y no ser quechuahablante–, el adjetivo ‘ridículo’ tiene dos acepciones: 1. Que por su rareza o extravagancia mueve o puede mover a risa. 2. Escaso, corto, de poca estimación.
Podríamos agregar: insignificante, mínimo, para describir la actuación del mandatario, señalando que todos estos adjetivos se los ha ganado a pulso por sus inconductas, descuidos y necedades con los que está destruyendo nuestro país.
Ningún peruano olvida que sus sobrinos, Gian Marco Castillo Gómez y Fray Vásquez Castillo, prófugos de la justicia, tienen orden de captura, recompensa de 15 mil soles y son investigados por colusión agravada y por pertenecer a una organización criminal que nos lleva directamente al gobernante. Pedro Castillo es quien la dirige y constituye. En igual condición está su ‘pataza’, Bruno Pacheco, exsecretario de Palacio de Gobierno, y otros implicados.
Todos sabemos que Pedro Castillo es sinónimo de corrupción. Pero la Policía nada hace y no es porque no puede sino porque no quiere. Se encarga de la protección del mandatario, pervirtiendo a la institución policial. Tal vez hasta los tenga escondidos en Palacio de Gobierno o en Puña, su pueblo. Los demócratas, los congresistas probos deben exigir su captura y no acostumbrarse a esta venal situación.
Por este tema y otras tropelías, la población no respeta a Castillo, lo menosprecia. Como es temeroso, pues sabe que en sus acciones hay dolo, se esconde tras el saco de su octogenario premier, quien dispara como mono con metralleta contra la prensa, la Iglesia, el Congreso y los monopolios por supuesto. Ahora creó un delirio de gran envergadura, afirmando ante un ‘sui generis’ consejo de ministros descentralizado que “se prepara un golpe de Estado”.
La maniobra del gobierno es muy burda. Las inteligencias cubana y venezolana que lo asesoran son realmente limitadas y retrógradas. Ni el mandatario ni el premier esperaban que los valientes comandos de Chavín de Huántar, en el día de la conmemoración de esta arrojada operación, permanecieran sentados cuando llegó el prosenderista Castillo, para luego retirarse de la ceremonia. Doblemente bravíos. Por más que quiera pervertir a las FF.AA., el mensaje es claro.
Es ridículo y necio organizar un paro agrario junto con Cerrón para que en este solo se cacaree el pedido de una Constituyente con 300 personas, según proyecto de ley del ‘lápiz’ en el Congreso. La embarró porque a Cusco le amputó el turismo, la actividad más importante de esta región. Amén de ganarnos la animadversión eterna de los viajeros del mundo.
La Asamblea Constituyente requiere la aprobación del Congreso. Como dijo de manera singular el congresista perulibrista Pasión Dávila: “los votos no andan”. Entonces, para qué agitar nuevamente un imposible. Sin duda nos hace olvidar las trapacerías y robos de la familia Castillo, su colaborador Cerrón, levantándose al Estado en peso.
Es claro que una Constituyente no le dará un hospital a Quispicanchis o Motupe, ni mejorará la gestión gubernamental. Además están pauperizando al país con las hostilidades a la minería y otras actividades.
Ya vienen los comicios municipales y regionales, pero también las elecciones para la mesa directiva del Congreso. Si los demócratas pierden esta, nuestros problemas se incrementarán.
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