¿Quién remplazará al Premier enamorado?
Al momento de escribir esta columna la crisis de gobierno aun no se había resuelto. En vez de cortarle la cabeza en una, Dina le había dado plazo sumario a Otárola para que de explicaciones sobre su affaire de tráfico de influencias, consistente en contratos de estado a su desganada y mocosa amante.
Fuera de la anécdota y el excelente destape periodístico de Panorama, lo cierto es que el cadáver político del primer ministro ya estaba anunciado hace varias semanas porque Alberto Otárola había dejado de ser funcional al régimen para convertirse en un cacique cada vez más detestado desde varios sectores.
Cuando Boluarte asumió el mando en reemplazo de Castillo, el entonces ministro de Defensa hizo méritos para convertirse en PCM. Pese a su pasado vergonzante como Vizcarra lover y admirador babieca de Hugo Chávez, supo posicionarse como cabeza de un gobierno a la deriva y le dio sentido a la función de una presidente que no era otra cosa más que una arrimada del perulibrismo. Pero progresivamente Otárola se fue trastrocando en un cacique sin visión de estado, administrador de Gabinetes sin iniciativa y plagados de mediocridad; y, peor todavía, se peleó a muerte con tres sectores que se la tenían jurada por su cobardía: la policía, los militares y la Contraloría. Además para nadie es un secreto su enfrentamiento progresivo con el poderoso entorno de Nicanor, el hermano de Dina.
Inicialmente sus calenturas no es que fueran desconocidas, pero fueron pasadas por alto por una mandataria que no ha madurado y que solo parece disfrutar de los oropeles del poder antes que gobernar con mano propia. Pero ya la suma de fastidios institucionales, el reclamo consistente de los empresarios, la amenaza de los movimientos sociales, la denuncia de Contraloría de irracionales gastos millonarios en consultorías y compras directas y el estallido de la crisis del sistema de justicia apuraron la revelación de los audios de la ruindad de un político vejete que pretende ganarse los favores de una chiquilla por su poder dentro del estado.
Ya solo falta que Otárola salga del gobierno como perro apaleado y que Dina designe a un Primer Ministro que tenga la capacidad de llevar al régimen hasta su terminación legal el 2026. ¿Tendrá las luces suficientes la señora para elegir bien? Me quedan fundadas dudas porque hasta ahora es una presidente que solo queda bien cuando alguien le escribe el libreto.
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