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Réquiem por Nicolás

Fecha Publicación: 01/02/2025 - 20:40
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La primera imagen que tengo de Nicolás Yerovi se remonta a 1996: el Centro de Estudiantes de Medicina de la Universidad Nacional de Trujillo convocó a los Juegos Florales Interuniversitarios “Luis Hernández Camarero”. A los 17 años, con un libro publicado, imaginaba que no había ningún poeta de mi generación capaz de derrotarme en un concurso. El destino se encargó de entregarme su primera lección. Osado, me senté en primera fila, al lado de los históricos Juan Paredes Carbonell y Marco Antonio Corcuera; atento a que abran el sobre que me proclamaría vencedor. El jurado estuvo conformado por Reynaldo Naranjo, Luis La Hoz y Nicolás Yerovi. La Hoz no asistió a la premiación, pero sí Reynaldo y Nicolás. Me sorprendió la voz de Reynaldo Naranjo: “Gracias por ser cómplices de este atrevimiento”, pronunció mirándonos con la seriedad de quien nos advertía que estábamos en territorio sagrado. Yerovi, sin embargo, se acercó al micrófono al tiempo que encendió un cigarrillo y, antes de pronunciar palabra, lanzó una carcajada que hizo que olvidáramos la expresión de Naranjo. Luego, silencio. Abrió uno de los sobres para anunciar el segundo puesto: “Universidad Antenor Orrego, facultad: Derecho”, empecé a ponerme de pie, convencido que pronunciaría mi nombre, pero Paredes Carbonell me detuvo. Yerovi lanzó otra carcajada: “Seudónimo: 21 rosquitas por un sol”, en ese momento todos los asistentes reímos. No gané ni una mención honrosa, pero conocí a ese poeta que me enseñó que la risa también es poesía y me volví uno de sus más inquietos lectores. Eran los años del más abyecto fujimorismo y “Monos y Monadas”, su revista, nos ayudó a resistir el drama nacional de la política. El 2004, ya instalado en Lima, frente a la incapacidad del gobierno, Yerovi enfrentó a Toledo con la publicación de la novela “El hombre engaña”. Intrépido y valiente, su vida es un bello mensaje de resistencia. Barranquino a tiempo completo, el 19 de enero retornó a la eternidad, dejándonos un legado de libertad y de coherencia. Tuve el honor el entrevistarlo, de coincidir en La Posada del Ángel, en el Juanito o en la pérgola de Sáenz Peña. La última imagen que guardo de Nicolás es una del 2022 cuando organicé la Feria del Libro de Barranco: realizamos un conversatorio con él y Luis La Hoz. El diálogo fue allí, en el salón de actos de la Biblioteca Municipal, el mismo lugar donde acudimos a despedirlo cuando el gobierno central le cerró las puertas del “ministerio de cultura” (así, en minúsculas), para velarlo. Gracias Jessica Vargas, Alcaldesa de Barranco, por ese desagravio que cuenta como último homenaje. Yerovi, el poeta, el narrador, el humorista político, se queda entre nosotros: nos deja su obra y el sonido de su carcajada endecasílaba.

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