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Resiste Venezuela, el vaso de vidrio

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Fecha Publicación: 09/08/2024 - 22:30
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¿Qué pasó por la cabeza del asiduo al bar La Noche (Barranco) cuando aventó salvajemente un vaso de vidrio a la mesa de los congresistas Patricia Chirinos y Luis Aragón? El sujeto es profesor, tiene maestrías de Literatura en EE.UU. y Canadá.

Digamos, es alguien calificado e instruido en las artes de Atenea. Probablemente no tuvo ninguna idea elaborada, razonada, solo un impulso guiado por la furia. El odio y la furia le juegan malas pasadas al ser humano.

Provocan el llamado crimen pasional. Pero en este caso al sujeto —no vale la pena consignar su nombre— lo nubló el odio político. Mucho más tóxico y perverso, porque se basa en una ideología que pretende darle un ropaje justiciero a la agresión, tanto que en las redes izquierdistas esa violencia se denomina sanción social contra Chirinos.

Esa justificación resulta abominable en este brutal y vandálico caso. No tiene sustento. La única razón es que la congresista Patricia Chirinos les es antipática porque no es de izquierda, porque es valiente, guapa y no calla.

La filmación del delincuencial acto muestra un grupo reducido de mujeres y hombres —no tan jóvenes— agitando un brazo y chillando que se vaya. Como si la libertad de tránsito no fuera un derecho para todos. Aquel tramposo argumento que critica a la parlamentaria por acudir a un reducto izquierdoso, exponiéndose, es tan falso como cuando, ante una agresión sexual a una mujer, es común escuchar: con esa minifalda se expone. Al sujeto ya lo despidieron de la Universidad de Lima, donde enseñaba.

Hecho comprensible porque un docente no puede comportarse así y menos tener esa carga emocional tanática contra quienes piensan diferente a este militante de Perú Libre, según las redes.

Haber apoyado a Pedro Castillo ya nos da una idea del perfil del personaje.

El pseudo profesor y otro tipo, quien grita demencialmente su animadversión a la congresista, tendrán que pasar por la mira de la justicia. Esperemos se sancione para prevenir.

Estamos hartos de esta intolerancia política, de la inquina y el encono que causa en estos sectores progresistas personajes públicos como Keiko Fujimori con el No a Keiko; odio líquido que daña a nuestra sociedad.

Recordemos cómo dejó el poder el expresidente Manuel Merino. Una turba filo senderista lo tumbó y los progresistas sostuvieron que había perdido legitimidad o respaldo social. Para este pensar, ello es más importante que la Constitución.

Traiga a su mente el puñetazo que le destruyó la nariz al excongresista Ricardo Burga, la artera patada por la espalda contra el casi minusválido político aprista, Luis Alva Castro, o el cobarde ataque con un cono de plástico y por la espalda contra el excongresista Carlos Tubino, fujimorista.
No toleremos más la violencia política.

Escuchar al dictador Nicolás Maduro espetando cual demente que no se utilizará más el Twitter ni el WhatsApp, pidiendo que se delate a quienes manifiestan en contra de su régimen dictatorial para encarcelarlos es pura tirria y prepotencia. Con esta arbitrariedad reprime, atropella y pretende enquistarse en el poder. Afortunadamente, María Corina Machado y el presidente Edmundo González son un antídoto para este cáncer chavista. Nos enseñan cómo resistir a una tiranía y también comprender que el odio político comienza arrojando un vaso y acaba siempre mal.

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