Ruge, peruano, ruge
Ser un gobernante democrático no es tarea fácil, lo más simple es destruir un país, como lo hace Pedro Castillo y esto en nombre de la Patria Grande, narco-castro-chavista. A él y a la escoria que lo rodea hay que enseñarles que hoy se da un gran paso y que de “sufre, peruano, sufre” pasamos a “ruge, peruano, ruge”, porque somos lobos, jaguares, leones feroces, fieras defensoras de nuestra manada y territorio, de todo aquel que los daña.
En poco más de un año, Castillo solo ha dicho mentiras, discursos de plazuela sembrando odio; puesto en ridículo a nuestro país en diferentes foros internacionales y, presuntamente, lidera una organización criminal decidida a saquear con un mecanismo estilo Lava Jato, pero en su más burda y pesetera versión. Por eso en la marcha de hoy 5N es necesario darle un mensaje claro a este mequetrefe: si no renuncia, si el Congreso no le vaca o suspende, lo sacará la calle, porque el Perú despertó.
A estas alturas, a Castillo se le conoce su verdadera cara: es insaciable, quiere más derechos y privilegios que los demás mortales. Es una persona sucumbida que no puede ni quiere trabajar, y menos aún en beneficio de todos los que formamos la nación. El perencejo carece de principios, sabiduría y de propósitos nobles; es un farsante que juega a ser un pobre campesino a quien se desprecia por su origen. Esto como si no hubiésemos tenido a más de un humilde en el poder; por ejemplo, Luis Miguel Sánchez Cerro, que tenía de inga y de mandinga y salió de La Mangachería, pobrísimo arrabal piurano y hogar de descendientes de esclavizados mangaches (provenientes de Madagascar).
Es falso eso de que hay “un golpe en marcha”, lo que hay es una población harta del caos. Y para desmentir eso de “me quieren vacar porque soy un profesor rural, un campesino”, vale recordar al próspero empresario, político y escritor Guillermo Billinghurst Angulo. Este señorón, de apellido extranjero, siendo presidente pretendió disolver el Congreso y convocar al “pueblo” para realizar reformas constitucionales. Esto llevó a que el Parlamento acordase vacarlo por incapacidad moral, al tiempo que buscaban apoyo militar. Entonces Billinghurst, al enterarse, reprimió a la oposición e intentó formar milicias populares armadas. Ante esta situación el coronel Óscar R. Benavides encabezó un levantamiento en defensa del Congreso. Billinghurst fue obligado a dimitir y enviado al exilio. Falleció en Iquique y pasó al olvido, probablemente sea uno de los presidentes peruanos más olvidados de nuestra historia. Y el más olvidado será, de hecho, Castillo.
En dos siglos de vida republicana jamás nos gobernó alguien tan inservible y torcido. Por eso hoy en las calles de todo el país: ruge, peruano, ruge, para que el de Chota sepa que no quedará impune. Y quien no marche, al menos no meta cabe.
El Perú despertó y ya reaccionó.
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