Se puede pero no se debe
Ya es hora qué el Presidente de la República, Martin Vizcarra, que asumió la presidencia luego de la renuncia de su antecesor Pedro Pablo Kukzynski del que era su Vicepresidente, en forma absolutamente constitucional y tranquila, entienda que quien gobierna tiene la obligación de hacerlo para todos y con absoluto respeto al estado constitucional de Derecho que juró cumplir.
Si bien es verdad que, en el año 2000, el Congreso de aquel entonces, redujo su mandato en cuatro años, mediante una reforma constitucional de excepción, que se acompañó a la vacancia de Alberto Fujimori como Presidente de la Nación, ello también podría repetirse tal como lo ha planteado al Parlamento el Presidente Vizcarra con otra propuesta de enmienda constitucional transitoria, pero debemos preguntarnos si ello es o no conveniente.
La respuesta al interrogante expuesto anteriormente es que, si bien se puede hacer la modificación constitucional transitoria para apresurar las elecciones del 2021 y hacerlas el 2020, tanto para la plancha presidencial como para el Congreso, ello no debería hacerse por ser inconveniente.
Es cierto que en otros países en que prima el parlamentarismo, es normal el adelanto de elecciones, pero ello no lo es en Estados presidencialistas como el nuestro. Lo acontecido en el año 2000 fue una salida concertada a una crisis real y muy grave, como lo fue haberse exhibido video en que el asesor presidencial y en la práctica socio político de Alberto Fujimori, corrompía a parlamentarios, empresas periodísticas y periodistas, sin olvidar la entrega de favores indebidos a otros ciudadanos.
El Presidente Fujimori dimitió por fax y desde el extranjero, el Congreso no le aceptó su renuncia y lo vacó y, con el apartamiento de sus vice presidentes, asumió la Presidencia de la República Valentín Paniagua, para lo que previamente fue elegido Presidente del Congreso, quien con la modificación constitucional dialogada y concertada con los auspicios de la OEA, convocó a nuevas elecciones que ocurrieron en el año 2001.
La situación actual no es la misma, ni siquiera similar o parecida a la acontecida en el año 2000. Hoy aparentemente estamos ante dos poderes del Estado, Ejecutivo y Legislativo, que tienen visiones diferentes sobre aspectos de la realidad nacional y sus soluciones, diferencias que no son sustantivas y que pueden ser resueltas mediante el diálogo democrático sin llegar a mayores, y siempre y cuando el Presidente de la República comprenda que es Presidente porque su posición le cayó del cielo, aunque siendo constitucional y legal y, que al no ser emperador le toca y corresponde buscar consensos con el Congreso pero no imponer su voluntad.
En Democracia existen mecanismos para disolver el Congreso, pues si; para vacar al Presidente, también; para modificar la Constitución, por supuesto; pero es hora de preguntarnos si nuestro querido País merece estar en la zozobra y ante decisiones extremas porque quienes fueron elegidos nuestros gobernantes y representantes al Congreso no dialogan o simplemente fungen de demócratas.
Es la hora de buscar consensos y no más enfrentamientos.