Sin perdón
El espíritu solidario en el contexto deportivo se quiebra en todas las canchas, en muchos casos, con finales de falsos abrazos y tendidas de manos. En otras, con acciones antideportivas que se instalan en las tribunas y bajan como reguero de pólvora al campo de juego, provocando tragedias como aquella del año 1964 cuando un fallo arbitral ocasionó una hecatombe en el Estadio Nacional.
Pasadas varias décadas cosas de ese tamaño, por fortuna, no se han vuelto a repetir, pero sí hemos estado al borde de la insanía cuando jueces de discutida capacidad como Hugo García en el estadio Telmo Carbajo debió retirarse en medio de botellazos y múltiples mentadas para trepar, aún vestido de negro, a un patrullero y partir con rumbo al infierno.
Dirigía un partido de segunda división y sus yerros eran mayúsculos que provocaron a una afición enardecida. García ya tenía antecedentes de mala leche y su presencia siempre generaba vómitos negros.
Tres décadas después, esta vez Jorge “Pellejo” Torres” al centro dirigiendo Universitario – Cristal fue el blanco de reclamos desbordados en el campo y al terminar el partido mientras los jueces se dirigían a vestuarios el Cuto” Guadalupe enseñó su king size talla 45 para estampar el chimpun en el trasero del árbitro de marras.
Y de este tipo de reacciones hay más. Ya alguna vez mencionamos la patada de Chale a Lucho Gonzáles “Tres Patines” que más bien fue festejada como una bufonada del cerebral volante de los seleccionados nacionales. Le salió caro al “Niño Terrible” que emigró a Venezuela para salvarse de la inhabilitación.
Hace poco nos hemos librado de un espectáculo aún más bochornoso cuando se jugó Alianza Lima – Cienciano dirigiendo el FIFA Bruno Pérez, cuyos manifiestos errores alarmaron a la hinchada íntima, comenzando por sus jugadores y su propio comando técnico, perdiendo los papeles con relativa facilidad y luciendo que no hay tolerancia para estos individuos.
Pensamos que el señor Pérez al margen de sentirse cómodo por un tiempo prolongado en una congeladora, sacándolo de su hábitat de creerse una estrella o un tipo intocable, estará pensando que su carné de soplapitos internacional corre peligro y podría colgar su insignia en la sala de su casa cuando antes de fines de año se evalúen las actuaciones de quienes son llamados a “impartir justicia”.
Este señor árbitro no se ha percatado que el principal en un partido de fútbol es Él y no el VAR, que quien toma las decisiones definitivas son los que están al centro y no en una cabina ambientada viendo la tele, observando mil veces las jugadas discutidas.
Aquel pésimo colega de Pérez que gritaba y repetía en el VAR “limpia, limpia” la jugada contra Guerrero, en un penal gigantesco que debió sancionarse, no tiene cómo justificarse porque cuando fue árbitro pasó desapercibido y llevó, en este incidente, al principal a un error que a nuestro juicio le podría costar la salida de la lista FIFA.
El descriterio de Pérez es muy preocupante porque ni siquiera revisó el vídeo dando crédito al majadero informante que ojalá no vuelva más a ser tomado en cuenta para una función auxiliar. Pero es más aún incalificable la incapacidad del señor Pérez de no saber administrar, ni hacer respetar su investidura al ser responsable en un escenario, esta vez encendido, en el que por suerte, la “sangre no llegó al río”.
Se espera que en la CONAR a “renglón seguido” y tras las prudentes y maduras opiniones de su presidente Winston Reátegui no impere el perdón.
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