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Televisión y violentos

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Fecha Publicación: 09/03/2019 - 21:20
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La televisión debe repensar cómo informar sobre los feminicidios, la violencia intrafamiliar y contra las mujeres. El objetivo debe ser contribuir a detener la creciente epidemia de violencia que nos aqueja como sociedad, y no lo contrario.

Difundir los hechos violentos con profusión de detalles no ayuda y quizá sirva de información a psicópatas que traman dañar a alguien. Basta recordar el horror sufrido por la joven cajamarquina Eyvi Ágreda quien murió, tras agonizar por las graves quemaduras causadas por su acosador, Carlos Hualpa Vacas. Eyvi se trasladaba en bus por Miraflores cuando Hualpa le lanzó un líquido inflamable y le prendió fuego. Eso ocurrió a fines de abril; Eivy murió a principios de junio y hacia finales de ese mismo mes, en Cajamarca, otro hombre intentó asesinar a una mujer de la misma manera.

La televisión no debería dedicarle semanas a los casos y luego apenas en escasos minutos informar que los agresores o asesinos fueron capturados. Lo lógico y pedagógico es difundir ampliamente que quienes perpetran tales crímenes serán duramente castigados y constantemente denigrados por los medios. Se trata de convertirlos en verdaderos parias.

El hoy doctor en estudios de paz de la Universidad de Bradford, Vicenç Fisas, escribió en 1998: “aunque las formas de transmisión de los valores que configuran la cultura de la violencia son múltiples, empezando por el mismo núcleo familiar, ninguna ha alcanzado el nivel de influencia como el que en las últimas décadas ha proporcionado la televisión. En la perpetuación de la mística de la masculinidad vinculada a la violencia, la televisión ha popularizado y comercializado la violencia gratuita (que es presentada además como divertida) […] hasta convertir estas actitudes en valores normalizados, aparentemente irremediables”.

En 2016 al menos dos estudios confirmaron que la violencia es contagiosa y se disemina entre las comunidades como cualquier enfermedad infecto-contagiosa. Y un equipo de investigadores de la universidad de Yale, liderado por el sociólogo Nicholas Christakis, constató que un grupo cerrado de amigos inclinados hacia la violencia es un detonador de actos violentos grupales.

La evidencia empírica de este contagio de la violencia debe llamar la atención de la televisión para difundir mensajes contra la violencia de todo tipo, lo mismo va para los anunciantes.

Una nueva manera de comunicar los actos violentos es posible y necesaria. Se evitarán más tragedias cuando a partir de ellas surja una narrativa alejada del morbo y más bien enfocada en el castigo que reciben los violentos.