Terrorífico binomio
Los peruanos andamos muy preocupados por el futuro del país, que por supuesto incluye al entorno de cada cual, comenzando por lo que es más cercano como la familia. La preocupación es muy válida, ya que luego de tres décadas de crecimiento y de reducción de la pobreza, además de la elevación del nivel de vida de miles y miles de compatriotas, la gráfica que lo ilustra dejó de ser ascendente, para variar la direccionalidad hacia abajo.
Durante tres décadas el país creció, hubo más inversiones generadoras de puestos de trabajo, lo que se transformó en bienestar, pero dicha direccionalidad cambió principalmente por dos motivaciones, una por el comportamiento humano y la otra por acción de la naturaleza.
Me explico, la motivación de la conducta humana es por los errores políticos que convirtieron al Perú, país considerado como pacífico, en país violento, con vandalismo y con duros enfrentamientos estériles. En pocos años hemos tenido presidentes de la República a promedio de uno por año, lo que es inconcebible y encima hay grupos políticos que insisten en elecciones anticipadas y en cambio constitucional como si la Ley de Leyes fuese bien descartable.
Por otro lado, la acción de la naturaleza es de fácil explicación. Hemos tenido más de dos años de pandemia del covid-19, que impuso por un tiempo confinamiento domiciliario, pérdida de empleo y sobre todo desesperanza. A ello se sumaron los efectos climáticos originados por el ciclón Yaku, la epidemia de la gripe aviar y la del dengue, y como si todo ello no fuese ya caótico, se anuncia el Fenómeno El Niño, esta vez con ámbito global.
Los fenómenos de la naturaleza no se pueden controlar, pero sí paliar y prevenir para que no sean más duros, pero para eso se requiere acción gubernamental, que aún no se avizora como eficiente.
En lo que se refiere a la acción humana, lo que hemos reseñado origina mucha desconfianza, la que principalmente afecta al sector empresarial que mueve al país y da trabajo, así como engrosa la caja fiscal con sus tributos. Si encima de la desconfianza aludida hay disposiciones legales que constriñen la inversión, que la tramitología para los proyectos y los permisos requeridos son abrumadores y abusivos, se llega a un desafortunado binomio, mejor diríamos a un terrorífico binomio como es la desconfianza más la tramitología.
La desconfianza solo puede ser atacada desde el Estado. En el Legislativo con menos ruido pero más eficiencia y con aprobación de leyes que ayuden a la inversión privada. En el Ejecutivo realizando las obras que deben ejecutar y sacar de la burocracia pública a todo el rojerío; y en el Sistema Judicial, léase Poder Judicial, Tribunal Constitucional y Ministerio Público, cambiando su parsimonia de tortuga por velocidad de galgo.
En lo que se refiere a la tramitología hay que informarle desde el sector privado a la Presidencia del Consejo de Ministros, respecto a las trabas burocráticas, trámites repetitivos y morosos, así como requisitos absurdos para que puedan ser levantados y se facilite la inversión, todo ello al amparo del Decreto Legislativo 1565 que no debe ser letra muerta.
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