ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

Tiempo de agradecer

Fecha Publicación: 23/12/2023 - 20:40
Escucha esta nota

Es extraño, a veces, vivir entre palabras no significa que sepamos utilizarlas para comunicarnos con las personas más cercanas. “Has aprendido a hablar desde la pantalla, la radio y el periódico”, me decía mi madre, “pero te falta hablar con tus hermanos”. Tenía razón. “Sabes decirle gracias a la gente, pero nunca has escrito algo para tu familia”, me recriminó, cuando tenía treinta años, y papá combatía con el cáncer que terminó por derrotarlo, en febrero del 2009.

Han pasado catorce años, no hay día que no recuerde su reproche. Escribí sobre mi padre, escribí sobre mis hermanos, tengo una saga de cuentos inspirados en el mayor de mis sobrinos, pero no podía escribirle a mi madre. Era como si mi amor no estaba a la altura de su ternura, no había encontrado un lenguaje que la merezca, creía además que mamá no moriría nunca. Sin embargo, mamá enfermó de diabetes, y a su diabetes sumó la hipertensión, y a la hipertensión el cáncer.

Solo cuando entendí la gravedad de su estado, el miedo me puso frente a todas las palabras, a todo el pánico que un hombre puede sentir cuando sabe que está a punto de quedarse sin raíces, huérfano, solo como el último día de su vida, sin cable a tierra.

Fue como si la mano de Dios me desatara la garganta, el pulso, todo el amor que había guardado en imágenes que me remitían, a ella, el primer día de clases en la escuela, sus primeros aplausos la noche de mi primera verbena, sus vítores la tarde cuando gané un concurso de marinera, su sonrisa por la primera diploma, su orgullo por el primer libro, su fe como un geranio abriéndose al corazón de Jesús la mañana cuando di mi primera charla en la catequesis; su mirada en paz cuando conoció a mi compañera.

Entonces cayó una lágrima, y con esa lágrima le escribí un poema, dos, siete, toda la madrugada marcándola con mis palabras, diciéndole gracias, tocándole su alma, apretándola con mi voz de donde crecían jardines, el horizonte al otro lado del dolor, alegrándola, en una vieja playa.

“Mamá tocaba el mundo con su risa, / era su forma de abordarlo, / de ponerlo en nuestras manos / con la convicción de un ángel / que sabía del relámpago, / por eso nos elegía el agua, / la transparencia del oxígeno, / la utopía de un zorzal / que, aunque desplumándose, / trinaba al universo / la melodía más bella del planeta; / qué era entonces el desasosiego, / la hojarasca atenta / a la vejez de los helechos, / quién el intrépido fantasma / si, con ella, no había casa / ni zaguán deshabitado. / Mamá poblaba el mundo con su risa: / era su forma de salvarlo”. Gracias por las lecciones, mamá. Perdóname por llegar tarde a estos poemas. Gracias por enseñarme a creer en la Navidad, gracias por la vida: por mi corazón en paz.

25 Columna
Mira más contenidos siguiéndonos en FacebookXInstagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.