Tiempos aquellos
Tiempos aquellos en que teníamos autoridades electorales que hacían honor al encargo que se les había encomendado y que administraban la justicia electoral cumpliendo con la normatividad legal y ajustados a los principios éticos.
Francamente, hemos tenido personas de gran valía presidiendo el sistema electoral, basta recordar a juristas de fuste como Eleodoro Romero Romaña, Ulises Montoya Manfredi, Ricardo Nugent, Manuel Sánchez Palacio, Hugo Sivina Hurtado, Enrique J. Mendoza Ramírez y Domingo García Rada, entre varios otros. Hubo miembros del colegiado electoral que también cumplieron escrupulosamente sus tareas.
En el caso de Domingo García Rada fue objeto de atentado criminal por los terroristas que trataban de petardear indebidamente el proceso electoral de aquel entonces, juez supremo quien tiempo después partió de esta vida como consecuencia de las graves heridas que le fueron infligidas.
Extrañamos a todos esos maestros del Derecho de reconocida versación jurídica y de honorabilidad acrisolada. Penosamente en la actualidad no podemos decir lo mismo, observando que se ha ido perdiendo calidad y compromiso, como también lo vemos en otras instituciones del Estado, entre ellas el Parlamento, gobiernos regionales como también municipales, existiendo una real crisis de valores y comportamiento, aunque con honrosas excepciones. Hemos repetido muchas veces que uno de los motivos de la disminución de la calidad y eficiencia, se debe a que las personas que, teniendo pergaminos para participar en la conducción de las tareas del Estado, dejaron de participar y permitieron que los espacios vacíos se llenaran con lo que había, lo que evidentemente no era lo mejor.
Hoy por hoy tenemos que deplorar la situación en que ha caído el sistema electoral, en que al Jurado Nacional de Elecciones (JNE) le falta el representante, nada menos que del Colegio de Abogados de Lima, en que sus miembros se han confrontado en procesos judiciales en lugar de elegir correctamente a su delegado ante el JNE. También se le extraña a su último representante Raúl Chanamé, portador de inmejorables pergaminos.
Estamos inmersos en un proceso electoral plagado de irregularidades, en que se nota un doble e indignante tratamiento. Mientras se niega la inscripción de candidatos de partidos de gran significación en la vida nacional, como entre otros el APRA y el PPC, se inscribe plancha electoral incompleta y con candidata que estaba legalmente prohibida de postular.
Dentro del mismo proceso electoral se cambian los criterios para determinar los plazos legales, los que se amplían o reducen, como le viene en gana a la autoridad electoral. Se admiten renuncias al alto cargo de integrante del JNE, pese a ser irrenunciable, y se pretende legalizar una atrocidad jurídica llamándola suspensión o también declinación, aunque extemporánea. El Padrón Electoral que es público y cuya supervisión está al cuidado del JNE, se niega a exhibirlo y hacer las confrontaciones que son necesarias para establecer la verdad.
La autoridad electoral tiene por función principalísima “asegurar que las votaciones traduzcan la expresión, auténtica, libre y espontánea de los ciudadanos y que los escrutinios sean reflejo exacto y oportuno de la voluntad del elector…” Bueno pues, la autoridad mencionada tiene también mala memoria, pues olvidó o no quiso cumplir con la exigencia legal. Asimismo, estaba obligada constitucionalmente a apreciar “los hechos con criterio de conciencia”. Obviamente tampoco cumple con ello, esta vez por una aceptable consideración, esto es que no tiene “conciencia”.
Los observadores enviados nada menos que por la OEA, parecería ser que solo observaron y degustaron de los magníficos potajes de la culinaria peruana, pero estuvieron ciegos y mudos respecto de las irregularidades denunciadas, por lo que al regresar a sus países tendrán que ir a cita con oftalmólogos y otorrinolaringólogos y en próximos comicios representar a algún Instituto Braille.
Las encuestadoras parecería también que adolecían de la misma miopía de la observación electoral internacional, pues nada o poco dijeron de quien después fue el candidato más votado de la primera rueda electoral.
Pero hay más, y que no tiene nada que ver con el JNE, como es pasear irresponsable e irrespetuosamente un cadáver por calles y plazas, de persona fallecida por enfermedad terminal en un hospital, engañando que había sido ultimada por seguidores de la otra candidata de la segunda vuelta.
Si todo lo señalado no fuese tan grave, daría la impresión de que somos espectadores de una ópera bufa.
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