Todos somos pueblo
El presidente del Perú debería oponerse firmemente al llamado ‘Socialismo del siglo XXI’, que es la dictadura del marxismo posmoderno, del progresismo incompetente que deriva en comunismo hambreador. En ese sentido Pedro Castillo no es el líder que necesitamos; de hecho en la campaña abrazó el discurso socialista y se alió con la zurda, desde su versión caviar hasta la cercana al terrorismo.
Nuestro presidente debería ser ejemplo de la defensa de los valores occidentales, de la democracia moderna y de la economía liberal, ajá del capitalismo, ese modelo creador de riqueza y que ha sacado de la pobreza a cientos de millones de seres humanos en el planeta. El ‘prosor’ no lo entiende, cree en el Estado empresario, en esa receta para el fracaso, la corrupción y el empleo de los amigos del régimen.
Quien se siente en el sillón de Pizarro debe entender que ‘el pueblo’ somos todos, y es diverso y singular, que algunos son ricos y muchos otros pobres, pero en la búsqueda de lo mismo: felicidad, tranquilidad y oportunidades para progresar, enriquecernos material y espiritualmente y libertad para dar rienda suelta a la creatividad y las ideas. Castillo debe entender que somos plebeyos (del latín plebeii), un sinónimo de libertad usado para referirse a los hombres y mujeres libres, no esclavizados, que eran integrados al imperio romano, como cada niño y niña que nace libre en el Perú y es anexionado a nuestro país, quedando sus derechos protegidos en la Constitución de 1993. Castillo quiere cambiarla; aunque, recientemente, le prometió a Hernando de Soto que no insistirá con la Constituyente (su caballito de batalla en la campaña). Difícil de creer porque no es capaz de mirar al Perú como un todo, y menos aún de brindar a los más necesitados las herramientas que permitieron a muchos generar riqueza, honestamente a lo largo de generaciones.
En el Perú -como escribió el tradicionalista Ricardo Palma- “el que no tiene de Inga tiene de Mandinga”, y muchas familias con “apellidos de avenida” tienen más de Mandinga que Castillo. Hoy los jóvenes, de diversos estratos sociales y étnicos, forman hogares y se desloman para sacar adelante a sus hijos. Todos somos “el pueblo” y nos unimos por afinidad de sensibilidades, de ideas, de visiones y gustos, pese a nuestros múltiples y muy distintos orígenes y varias discrepancias.
Si Castillo no comprende a este Perú que tiene frente a él mejor que se arrime, porque los cholos, chinos, ponjas, serranos, amazónicos, hijos de europeos y todas las sangres que ayer marcharon por la vacancia, lo tumbarán. Lo de ayer fue muestra del hartazgo por su incapacidad, su Karelims, sus reuniones en Sarratea y un gobierno putrefacto como otros.
Si el hombrecito no entiende la política plebeya construida desde el disenso, que se vaya. No tenemos tiempo que perder, hay que reconstruir y cerrar brechas y heridas.
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