Tras las huellas de Carlos Pellicer
“Ninguna soledad como la mía” (Secretaría de Cultura del Gobierno de México), reza el título de la antología poética del escritor, museógrafo y político mexicano Carlos Pellicer Cámara, preparada por el editor, traductor y crítico literario Juan Carlos Abril, curador de las Jornadas Pellicerianas, que, hoy viernes, continúan con su segundo día de actividades, en la localidad de Villahermosa, Tabasco, México. “En medio de la dicha de mi vida/ deténgome a decir que el mundo es bueno/ por la divina sangre de la herida”, abre como quien nos advierte el sentido sacro de su palabra, ese manto bordado, a partir del procesamiento de la desdicha, que hace de su movilidad el eje con el que nos participa a ingresar a un escenario donde la humanidad se replica con aquel “cielo azul” “que estira el corazón bajo los trópicos”.
Y es así: en Villahermosa el sol cae vertical como una mano que señala el pasado para descubrir en la simbología de las cabezas olmecas, las respuestas sobre el origen de la necesidad de representar las variaciones con las que nos sorprende la conducta aún en escenarios donde la violencia y la rutina son mucho más que expresiones primitivas. “Señor, tu voluntad era tan bella/ que en la tragedia de tus meses imperiales/ aceleraba el ritmo de las grandes estrellas”, continúa Pellicer, afirmando la realidad del mito, dirigiéndose a una entidad superior con la que además de dialogar, tiene la certeza de quien dispone el caos y el orden. “Hoy te mando mi voz. El mundo espacio/ escultóricamente se arrincona. / Solo en los ojos queda sangre. Ciñe/ la casa una cadena de palomas”. Poesía en alto relieve, poesía para tocar, para pronunciarla cuando nos asalte la necesidad de un estallido silvestre. Acaso por eso su preocupación por reunir los vestigios de una historia que le ha dado a México los huesos para sostener su identidad. Una identidad que solo un hombre como Pellicer logró fortalecer con la recuperación de los protagonistas, de sus mensajes sobre la piedra, en aquellos trazos que nos permiten imaginar una cultura, una civilización a cuyos códigos el Poeta reconstruye redibujándoles la ruta.
“Son los pasos de Pellicer”, nos dijo el guía, mientras nos explicaba sobre su dimensión en Tabasco, la calurosa región a la que poetas de doce países hemos llegado a celebrarlo, a leer para un público que, cuando lo menciona, lo hace con la reverencia de quien sabe que está hablando de un hombre eterno. “Yo tengo la palabra para decirme: calla. / Y colocarme en tus pinceles puedo/ para decirte: borra con tu dedo/ todo lo que yo he escrito. La batalla.” Cierra, asegurándonos tal y como reza el título, que él tiene, para él, la última palabra, porque, en efecto, ninguna soledad es como la suya. Pero, además, porque “Nadie vio aquellas ruinas tumultuosas/ que rejuvenecían el bagaje/ del tiempo y ofrecieron hospedaje/ a las desolaciones más fastuosas.”
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, Twitter, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.