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¡Trump el estratégico bravucón!

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Fecha Publicación: 05/02/2025 - 22:00
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Trump, el bravucón, en tiempo récord, está desbaratando el consistente andamiaje normativo, ideológico, político, económico y cultural, paulatinamente edificado, increíblemente, desde la Casa Blanca, iniciado en el gobierno demócrata de Jimmy Carter, seguido por Bill Clinton, pero siendo el mayor avance globalista, progresista y woke durante Barack Obama y Joe Biden; pero que, todo hace parecer, no tomará mucho tiempo demolerlo.
Donald Trump no es un improvisado, todo lo contrario. Duro y frío como es, con debida antelación, planifica los pasos que se requerirán para lograr el objetivo. He notado también que, como calificado hombre de negocios que es, tiene la habilidad de adecuarse a la situación, de dar el zarpazo, esperar la respuesta, contraatacar siempre confiado en el poder propio del que sabe que tiene las de ganar. Su tono áspero, su postura inflexible, es considerado por no pocos como propio de un osco bravucón. Sin embargo, al revisar su biografía, concluiremos que siempre logró lo que se propuso, aun cuando, en muchas ocasiones, ha recurrido al fanfarroneo, actuando al filo de la ley… ¡si no al límite!
Está claro que, en el ámbito regional americano, Trump ganará casi al 100% todos los objetivos que se propuso. Canadá y México, importantes potencias económicas con los que los EE. UU. suscribió un importante tratado de libre comercio, terminarán por ceder a sus exigencias, más temprano que tarde. Colombia y Venezuela, tras bravatas balconeras, consintieron a las exigencias casi de inmediato. Es obvio que eso iba a ocurrir. Es como sumar dos más dos. En el caso de los dos primeros, estando sus balanzas comerciales a favor, con sus economías fuertemente dependientes de sus exportaciones a los EE. UU., ¿cómo así aguerridos polluelos van a pretender retar a una pelea de navajas al corpulento gallo del corral?
El plan estratégico de Trump ha iniciado principalmente por el continente americano. Claramente, desde su visión hegemónica, está imponiendo el orden en su chacra. Paso seguido —lo que no tardará mucho— incursionará con medidas, sobre todo económicas, relacionadas con Europa y Asia. Todo esto requerirá, al estilo de Rafael López Aliaga, Nayib Bukele y Javier Milei, erradicar del Estado la ineficiencia, lo innecesario y la corrupción; además de retirarse de organismos e instituciones internacionales, de cortar subvenciones económicas a innumerables ONGs esparcidas por el planeta, que han inoculado e internalizado, con mediano éxito, las ideas del globalismo, progresismo y de la agenda woke.
Donald Trump, en lo interno, como está ocurriendo en California, tendrá que lidiar con resistencias, con reductos progres y antideportación de inmigrantes ilegales. También en Latinoamérica experimentará pequeños intentos de resistencia patriótica, pero, como Panamá, no resistirán el peso leviatánico gringo. Cuba no es prioridad, como tampoco lo es Bolivia. En el caso de Perú, ya instalados los chinos en Chancay, puede que fijen la mirada en el puerto de Corio o recurran a Chile como aliado estratégico.
Los EE. UU. es un país poderoso en lo militar, económico, político y cultural. Esta gran nación utilizará todas sus capacidades para lograr lo que Trump se ha propuesto. Trump sabe que tiene cuatro cortos años para lograr que su país sea el indiscutible hegemón.
Quijotes, estamos siendo observadores de privilegio de una encarnizada lucha entre potencias, resultando, creo yo, en que los EE. UU. seguirá siendo la potencia predominante. China, Rusia, India, Inglaterra, Alemania, Francia, Brasil y otros, individualmente o corporativamente, persistirán en la dinámica de derribar al hegemón; todo lo cual, durante las siguientes décadas, redefinirá un mundo multipolar, en el que el Perú necesita estar gobernado por gigantes, por titanes, por líderes capaces de ganar, inmersos en medio de una lucha global por el poder.

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