Un país sin confianza
Han pasado más de dos meses desde que Pedro Castillo asumió la presidencia de la República, y el desgobierno se evidencia cada día que transcurre.
Los primeros efectos, que sin duda son los que le importan más a la población, son el alza en los precios de la canasta básica familiar. Desde el aumento en el precio del pan, el aceite y el pollo -entre otros productos muy necesarios diariamente-, hasta el incremento en el costo del gas y los servicios eléctricos. Todo esto forma una cadena nociva que eleva el costo de vida de los peruanos y que, además de preocuparse en no caer enfermos por la pandemia, ahora tienen que preocuparse del deterioro económico del Perú y una inflación en ciernes que amenaza la tranquilidad y prosperidad de todos.
Los ciudadanos al ver afectados su presupuesto por el incremento de precios, prescinden de otros gastos como el ir a restaurantes, compras, paseos o viajes; algo que afecta directamente a muchos emprendedores. Así, la nefasta espiral al descenso de la economía de los peruanos es inevitable puesto que el gobierno de Castillo está aplicando todas las recetas para un inminente desastre.
El Perú está pagando a un costo muy elevado el hecho de que Castillo “aprenda a gobernar”. La única agenda de su gobierno es “refundar” el Perú con una nueva Constitución que le permita por supuesto ¿cómo no? perpetuarse en el poder.
Este panorama sombrío para el país genera desconfianza en los agentes económicos; los grandes inversionistas internacionales que declinan de apostar por el Perú. Sumado a esto, está la fobia del inversionista nacional que busca proteger su patrimonio y empieza a ver en los mercados externos una solución que está generando fuga de capitales del país. Ya lo comenzamos a ver a menor escala con la salida de millones de dólares de ahorristas que, buscando proteger su patrimonio, se refugian en la compra masiva de la moneda americana.
El clima de incertidumbre y desconfianza que genera este gobierno al preservar al gabinete Bellido, con ministros ideologizados, sumamente cuestionados y sin ninguna preparación ni experiencia en cada una de las carteras que han asumido, no hacen más que echar leña al fuego de la desconfianza que está incinerando la esperanza en un futuro alentador post pandemia.
Curiosamente, desde el gobierno de Castillo pretenden utilizar la “cuestión de confianza” para defender a un ministro sindicado no solo como miembro del Movadef sino como un senderista de primera generación al haber participado en actos terroristas durante los años ochenta.
Visiblemente, la “cuestión de confianza” es utilizada como arma de “extorsión política” contra el Congreso. Es notorio y podemos presumir válidamente que tanto para el mandatario de turno, como para Vladimir Cerrón y su agrupación política, la disolución del Parlamento es un paso hacia la ansiada Asamblea Constituyente. Imponerle al Perú un ideario inspirado en Cuba y Venezuela, para convertirnos en la despensa y proveedor de recursos del eje comunista en la región.
Los objetivos del actual gobierno son clamorosos. Queda en el primer poder del Estado generar un verdadero equilibrio de poder y el balance necesario para devolverle la confianza al país.
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