Urresti: el candidato de Pedro Castillo
El gobierno agónico del falso profesor Pedro Castillo cada día está más acorralado en el plano fiscal/judicial; la actitud de la fiscal de la Nación Benavides y lo evidente de la corrupción del chotano orientan las cosas hacia un término de su mandato en el mediano plazo, esto aún así en el Parlamento existan muchos “niños” cómplices.
Además del hecho de que las primeras acciones de Williams hacen suponer que tendrá más solidez en este asunto que Alva o Camones. Lo que debería ocurrir después es que se precipiten elecciones para que se vayan todos.
En este escenario lo que ruegan desde el Ejecutivo es que el 2 de octubre salgan algunos aliados conversables desde el poder regional/local. Recuerden que Castillo fue candidato por un partido inicialmente regional, que luego tuvo condenas por corrupción: Perú Libre, para luego dar el gran salto nacional. Entonces marcar por algunos candidatos en determinadas zonas del Perú significaría en términos prácticos fortalecer la subsistencia de Castillo en Palacio En el norte pienso que está claro que los que consideramos que este gobierno desastroso y pernicioso para el país debe terminar no podríamos marcar por Acuña de ninguna manera. Su blindaje a Castillo ha sido indigno. En el centro y sur del país los movimientos regionales de extrema izquierda similares al “Lápiz” no deberían merecer nuestro respaldo, puesto que podrían significar un balón de oxígeno al régimen ante una maniobra aún verosímil de radicalización.
En Lima no he escuchado ninguna crítica ni actitud de confrontar propositivamente -o a su estilo bastante burdo- de parte del general Daniel Urresti a esta desastrosa administración que ya lleva más de un año. Postulando por un partido franquicia, expresión icónica nacional del clientelismo y la antipolitica, una suerte de clan familiar/educativo, liderado por un procesado como Luna, el general representa una fuerte amenaza para el país. En principio porque la carroza política en la que compite también se dedica a blindar a Castillo, pero además por el compromiso democrático del ex “Capitán Arturo”, quien está sindicado en un proceso penal de una serie de crímenes muy graves.
Urresti ha sido ministro del Interior de Humala, gobierno en el cual se dieron los mayores negociados de corrupción de las últimas dos décadas. Su política de “ternas” nunca dio resultados. Fue también aliado de Susana Villarán -confesa receptora de coimas- en una candidatura que no prosperó pero que deja postales para el recuerdo.
Urresti, quien también tuvo un paso gris por un puesto público en la Municipalidad de Los Olivos para combatir la delincuencia, no ha tenido éxito efectivo en materia de seguridad. Si proyectamos su propuesta disparatada de acabar con la delincuencia, la cual versa en capturar 200 ladrones al día, tendríamos que en un mes habrá encerrado 6 mil delincuentes, al año 72 mil y en toda su gestión casi 300 mil; tendría que construir decenas de cárceles. Demagogia ramplona.
Instalado en el poder municipal y con su historial político en la línea de la sinuosidad no tardaría en apoyar la causa de permanencia de Castillo traicionando el sentimiento mayoritario limeño.
Bien dijo en un video hace un tiempo el periodista César Hildebrandt sobre el candidato metropolitano en cuestión: “Urresti es una anécdota graciosa... ¿Qué ideas, qué programas, qué perspectiva política, qué horizonte intelectual tiene Urresti? Estamos llegando a la conclusión de que la política peruana está condenada”.
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