Violencia en alza
El salvaje asesinato del candidato a la presidencia de Ecuador Fernando Villavicencio a manos de sicarios nos ha conmocionado y mostrado una realidad brutal que vive toda América Latina: la violencia política está llegando a límites extremos. En ese hermano país, en lo que va del año ya mataron a un fiscal y al alcalde de Manta. Periodista, Villavicencio fustigaba la corrupción del expresidente Rafael Correa, refugiado en Bélgica, y la del narcotráfico.
En 1989 Colombia el cártel de Medellín, liderado por Pablo Escobar, mandó matar al candidato presidencial Luis Carlos Galán, quien también deslindaba públicamente con las mafias del narcotráfico. Aunque cueste reconocerlo: Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia son países donde el comercio de la cocaína esta imbricado fuertemente en la sociedad y en la vida pública. Sin embargo, no produce alarma mayor, hay un acostumbramiento y la vida diaria continua.
Lamentablemente México es un verdadero narcoestado, está a la vanguardia del asesinato y del crimen. Cuba y Venezuela son también plazas importantes. El magnicidio de Villavicencio nos recuerda lo vulnerables que son las democracias latinoamericanas frente al dinero sucio. Corrompe las instituciones y arranca la tranquilidad y la seguridad donde asienta su actividad. Muy probablemente los candidatos de los comicios ecuatorianos bajarán su voz respecto a la deshonestidad y el robo. Muchos realizan su campaña con chalecos antibalas y habrá los que son cómplices del crimen organizado.
El asesinato de Fernando Villavicencio fue crónica de una muerte anunciada. Recibió amenazas y el ataque feroz de políticos cuestionados por cohecho como el expresidente Rafael Correa. Quienes lo ultimaron fueron sicarios colombianos. El hijo de Gustavo Petro declaró ante la fiscalía que la campaña electoral de su padre recibió dinero del narcotráfico. El gobierno de Maduro trata con complacencia y complicidad al negocio de la droga. Cuba también. Difícil garantizar que las investigaciones respecto a la muerte de Villavicencio lleguen a la verdad. Ha sido un homicidio muy bien planeado que no podía fallar.
La vida política ecuatoriana está seriamente afectada por el atentado contra Villavicencio. Sectores piden la intervención de las FF.AA., pueden surgir paramilitares, todo está trastocado. Hay que aprender de Ecuador y solidarizarse con ese país hermano. La condena de la presidenta Dina Boluarte sobre este salvaje crimen ha sido escueta.
El Congreso sigue enredado en la invasión de parlamentarios corruptos, en los líos de su presidente, Alejandro Soto Reyes quien parece no sopesar la gravedad de lo ocurrido en Ecuador.
Además, Soto Reyes, tiene varios casos judiciales que no aclara. Ha logrado el archivamiento del proceso por estafa que se le seguía, gracias a la ley 31751 que redujo los plazos de prescripción y por la que él votó. El Congreso continúa a la deriva y no hay luz al final del túnel. Este desgobierno propicia que la violencia social vaya en aumento. Tenemos la presencia fuerte de la mafia del Tren de Aragua, vinculada con Maduro, sicariato, violaciones, robos y delincuencia por doquier.
No estamos en un proceso electoral como Ecuador, pero vivimos la violencia política. Las tomas de Lima promovidas por Movadef dejaron un saldo de 60 muertos, instituciones judiciales incendiadas, se quemó a un policía en las protestas y el sur peruano es un volcán que puede erupcionar en cualquier momento. Enmendemos el rumbo antes que sea tarde.
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