Volver al Kennedy
Imagino a don Ricardo Palma en una de las bancas del Kennedy, con la pierna cruzada, observando cómo instalan por cuadragésima segunda vez la feria que lleva su nombre. Lo proyecto observando a los fundadores sobre las gestiones para instalar allí, en una de las plazas más emblemáticas de Lima, un recinto que reúna distribuidores, editores y libreros, un punto de atracción para nuevos lectores, una oferta distinta. En otra esquina, Ribeyro, observa de lejos a don Ricardo, aspira lentamente el humo del cigarrillo, mientras lee en unos de los afiches que el homenajeado es él; más allá, en una de las mesas del Haití, Antonio Cisneros apura su último shop para ir al recital donde lo esperan Arturo Corcuera y César Calvo. Así se suceden los años, cambian las gestiones de la Cámara Peruana del Libro, don Ricardo mismo se sorprende cuando lo conceptual sustituye a lo figurativo en los avisos que anuncian la feria. Se pregunta por qué aquellos cuadros, se conmueve con los gatos, se imagina en una bicicleta dando vueltas como quien observa de soslayo cómo apresuran el paso Vargas Llosa y Blanca Varela, Alejandro Romualdo y Rodolfo Hinostroza, Javier Sologuren y Paco Bendezú, todos a la feria, todos emocionados a la ceremonia que recordará a los Colónida, a José María Eguren o a Martín Adán. Es emocionante ver cómo, una vez más, los brazos de aquellos hombres redibujan a don Ricardo Palma en una feria que, como los fundadores, ha recuperado su rostro, la personalidad que hizo de Miraflores el distrito de los libros, el parque donde leer fue la excusa para reencontrarse con la tradición, con los lentes del viejo que hizo de su literatura la memoria a la que asistimos para entender nuestra historia. La feria retorna a la presencialidad y don Ricardo se alegra cuando ve que pronto llegarán nuevos lectores, que pronto se volverá a poblar el anfiteatro, el Paseo de Los Pintores, las bancas como puentes para leer a los invitados: escritores de Venezuela y Argentina que llegan en sus textos para fortalecer, no a una marca, sino a un corazón, porque una feria no es una marca, una feria es un corazón. El 1 empieza la fiesta.
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