Yo, el desarraigado
Hace algunos días me preguntaron qué me atrapa de Barranco. Seguro esperaron una respuesta literaria: su tradición, el hecho de que aquí haya vivido José Santos Chocano, José María Eguren, Manuel Beingolea, Abraham Valdelomar, Magda Portal, Juan Parra Del Riego o Martín Adán; su importancia en la vida de una generación: Arturo Corcuera, la tripulación de Platero, los habitantes de la Casa de la Poesía, César Calvo, Rodolfo Hinostroza, Antonio Cisneros o el propio Alberto Hidalgo en su visita a la capital. Esperaron quizá otra razón: el ensoñamiento del puente de los suspiros, la ermita, el mirador o la sola sensación de escuchar un vals de Chabuca Granda; porque todo eso es Barranco, sus avenidas Grau y San Martín, la alamedas de Roque Sáenz Peña y Pedro de Osma, el malecón Harris, la posibilidad de tocar el cielo cuando cae la tarde y la brisa se eleva con el vuelo de las pardelas, el parque de los Héroes, la bohemia de Torres Paz, la laguna afuera del estadio o el museo de los camping, pero no. Mi respuesta fue acaso simple y desconcertante: Barranco me atrapa porque aquí he vivido más tiempo que en otras partes. Yo, el desarraigado, jamás aprendí lo que es vivir más de dos años en una casa. Mi padre, policía, nos enseñó a vivir con él en todos los lugares donde lo destacaban; por eso nací en la localidad de El Alto, Talara, por eso viví en Máncora y en Los Órganos, en Cascas, antigua capital de Contumazá, Cajamarca, ahora provincia del Gran Chimú, La Libertad; en Zarumilla, en Cañaveral, en el corazón del bosque seco tropical, en Trujillo, la ciudad más hermosa del norte, y en Lima, territorio en el que he sido vecino de nueve de sus cuarentaitrés distritos. Voy a cumplir nueve años viviendo en Barranco, aquí he escrito la mayor parte de mis libros, en este lugar he proyectado candidaturas e iniciativas de toda índole, aquí he sido todos esos varios que al final se reencuentran con el mismo. Este es el lugar donde escribo, aquí está la calle que me conduce al viejo edificio en el que, arriba, los fantasmas se reúnen para cuidar mi biblioteca. En Barranco la noche tiene otro sentido, la inconformidad también.
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