Mal que bien, ya se firmó en Sao Paulo, Brasil, el acuerdo de beneficios y colaboración eficaz entre la Fiscalía y Procuraduría del Estado peruano con ex ejecutivos de Odebrecht para que aquellos puedan acceder a información veraz y cierta sobre los sobornos pagados por estos a cambio de obras públicas.
César Campos R.
Periodista Profesional y colegiado, egresado de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Con más de 35 años de experiencia como director y editor de diversas publicaciones nacionales, director y productor de programas radiales y de TV.
En su cuenta de Twitter, el congresista Marco Arana escribió el viernes 8: “A pesar de que hubo alertas internacionales sobre (el) Fenómeno del Niño, en Perú, varias autoridades dijeron que no habría grandes precipitaciones pluviales”. El enunciado es completamente cierto.
La percepción respecto a que el gobierno de Martín Vizcarra gusta discurrir por la temeraria senda del aplauso fácil y la promesa insensata cobra cada vez mayor fortaleza. No le importa siquiera confrontar a las mismas instancias públicas que tiene bajo su mando con tal de quedar bien con la voz de las muchedumbres que no siempre es la de los ciudadanos en busca de reivindicar sus derechos.
El debate de la reforma judicial en el país –como lo sostuve antes del referéndum– tiene mucha energía en los foros sociales y académicos pero carece todavía de un derrotero preciso en los políticos. Ello porque en estos últimos solo se echan sobre la mesa todas las cartas de intereses cruzados que siempre acarreó el sistema de administración de justicia.
No creo haber pecado de precipitación al advertir que el año 2019 correrá firme el surgimiento de un “oficialismo difuso” en el Congreso como consecuencia de la crisis y fracturación padecidas por la bancada de Fuerza Popular. La renuncia del parlamentario Israel Lazo a la misma deja al bloque keikista con 55 representantes y todo apunta a que seguirá el éxodo en este grupo.
La nueva fractura padecida por Fuerza Popular –que ha dejado a su bancada parlamentaria con 56 representantes de los 73 originales– genera efectos endógenos y exógenos, como era de esperarse. Escribe el capítulo más tormentoso del fujimorismo que no conocía de diásporas masivas desde la caída y fuga de su líder en noviembre de 2000.
Uno de los dramas peruanos es la sublimación que el colectivo hace de sus líderes eventuales al extremo de ocultar o –a lo más– pasar por agua tibia sus excesos y deficiencias. Se aguanta estos mientras va alimentándose la certeza de que tales líderes tocan el cielo de la infalibilidad y que cualquier atingencia que se haga a su proceder roza con la conspiración o la envidia.